Cómo decirte que nadie va a ayudarte si no te ayudas tú un poco más.- Joaquín Sabina

 

El segundo debate aportó, una vez más, mucho qué y poco cómo. Es decir, el foco estuvo más en la descalificación que en las soluciones. Se asemejó a un combate nulo en el que, en consecuencia, la derrota es para los aspirantes. Predominó el tristemente famoso “relato” de las medias verdades, que son las peores mentiras.

 

Un ejemplo: Claudia aseguró que se redujo la pobreza con la 4T, basándose en el aumento de los salarios. Pero sin considerar otra realidad, la pérdida de poder adquisitivo por un aumento, aún mayor, de la carestía. Máynez estuvo voluntarioso, pero resignado a su tercería. Xóchitl, en mi opinión, estuvo atinada relacionando los problemas de producción del sector primario con la amenaza del crimen organizado, sin duda la mayor lacra de México, que espero se aborde con la seriedad merecida el día 19. Asestó un buen golpe a la “científica” con el agua contaminada, pero en el tema económico, que es el que tocaba, anduvo tan roma como sus dos contrincantes. Eso sí, fue la que mejor manejó su tiempo, y desde mi punto de vista la que mejor cerró. Pero para gustos, colores. Mi opinión es tan irrelevante como la de otro cualquiera.

 

Lo importante aquí es si verdaderamente hubo una influencia de lo sucedido en la opinión pública. Los datos de SABA Consultores, recabados al día siguiente, nos invitan a un no muy complicado silogismo. El acontecimiento más mencionado en el “Top of mind” fue precisamente el debate. En los primeros lugares estuvieron también la falta de agua y el asunto de las Afores, probable y precisamente a consecuencia de ser temas centrales del evento. La correlación de fuerzas continúa sumamente estable, pero los seguidores más contumaces, los fans, que se expresan en el “Top of mind” sobre aspirantes, crecieron en torno a Claudia hasta la alerta positiva. Los de Xóchitl aumentaron, pero mucho menos, tanto en términos absolutos como relativos.

 

Con esas premisas, se puede decir que, en términos prácticos, ganó Claudia, ya que parece haber reforzado su posición. Sin embargo, los datos de SABA también afirman que el carácter general de esta campaña es la estabilidad. Y esto se debe a que los porcentajes de voto duro son muy altos, sobre todo en la aspirante de la 4T. Así que el debate acabó como casi siempre: una gran mayoría se reafirmó en su opinión previa.

 

Claudia, cada vez más, asume el papel de una simple “propia” de Andrés Manuel, la emisaria de los dictados del gran protagonista, cuya popularidad marca a fuego la intención de voto. La candidata de Morena, demasiado seria, con voz y adustez casi de monja de internado, severa y temible, contrasta con la animosa Xóchitl. Pero a pesar de ello, Gálvez no encuentra la forma de voltear la situación. Se palpa en el ambiente la aceptación, hasta de buen grado, del continuismo. Es la herencia de un sistema en el que la inmensa mayoría de los cuadros de políticos y funcionarios, en todos los niveles de administración, se formaron y crecieron en el PRI, o en el estrecho margen que este permitía.

 

Este es un rasgo primordial que lastra mortalmente los intentos democratizadores en México, por lo que no tiene mucho sentido el cruce de acusaciones sobre el pasado político: todos, de algún modo, vienen del mismo sitio. El velado sentimiento general es de desconfianza y resignación. Por eso muchos mexicanos se han agarrado al cortoplacismo de los programas sociales, ya que no hay perspectiva de nada novedoso, ni visos de que el sistema lo fuera a tolerar, en un círculo vicioso que no es ni ético ni estético. Morena fue alternativa, pero ahora no hay alternativa a Morena, ni quien le mate el gallo a AMLO y su proyecto. En el pecado llevaremos, pues, la penitencia de lo que cada vez se parece más a una nueva hegemonía: el futuro parece, simplemente, más pasado.

 

Salvador Borrego, Ph.D.
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