La novedad de la medición del día 21 de SABA Consultores es que se produce un visible aviso de carácter negativo para López Obrador. Y se da en los indicadores de calificaciones, que son más certeros a la hora de diagnosticar cuándo las cosas van mejor o peor, o empiezan a serlo.

 

La aprobación es un término más laxo y difuso que puede incluir la indiferencia anuente, pero la calificación retrata la opinión de un modo más concreto. En este caso, el deterioro se produjo tanto en las calificaciones altas como en las bajas, especialmente en estas últimas, lo que indica un aumento de sus detractores. Pero el descenso de las altas señala que el incipiente problema también está entre sus filas. Estos movimientos los favorecen, principalmente, los de mediana edad, los de estudios más avanzados y quienes trabajan fuera. Sostienen al Presidente, entre otros, los de menos estudios y más edad, sectores habituales en su respaldo.

 

Llama la atención que prácticamente los mismos que propician las malas opiniones favorezcan una serie por encima de su promedio para Ebrard en el rubro de mejores políticos. O hay quienes ya dan por sentada la sucesión, no sin razones, o algunos lo preferirían como mal menor. O las dos cosas.

 

Esto fue justo antes de la exhibición coreográfica en la que AMLO convirtió la mañanera del día 22. No debería estar el ambiente para cantos y bailes. La situación sanitaria sigue estando al borde del colapso, en especial en la capital federal, por más que durante la actuación de Andrés Manuel el subsecretario Gatell vuelva a mostrar la cara de arrobo habitual.

 

Quizá lo haga recordando aquella sentencia suya según la cual el Presidente es una fuerza moral y no de contagio, estupidez que le perseguirá de por vida y que desde ese instante lo debería haber desacreditado para el ejercicio científico. Pero parece que en la 4T da más rédito adular al líder que el trabajo efectivo. Es muy distinta la cara de Gatell cuando con la prensa que no le sigue el juego muestra su lado más soberbio.

 

La cosa es que el Covid19 presenta su tercer aviso negativo como principal preocupación de los mexicanos. La otra cuestión que muestra un repunte, añadido a su ya de por sí inquietante trayectoria, es la inseguridad. Esto último, sin duda agudizado por el asesinato de Aristóteles Sandoval, como demuestra el “Top of mind” de acontecimientos. Un crimen completamente lleno de interrogantes, que apesta a impunidad, y que posee todas las características de asombrosa coordinación de las bandas organizadas.

 

El Presidente echó mano, en esa mañanera, de Machado, el gigante de la poesía del 27. Nada original, desde luego: el pobre don Antonio ha sido manoseado hasta el hartazgo en busca de provecho por políticos de todas las tendencias. Tampoco estuvo muy afortunado al elegir la hermosa canción que cerró la mañanera. Debería saber que el autor de los inmortales versos evidentemente no es Machado, sino el gran Miguel Hernández.

 

Ojalá y la maestra Delfina aproveche, ahora que va a estar cerca, para aclarar a Andrés Manuel ciertos conceptos de historia de la literatura.

 

Por otra parte, Serrat, el autor de la música, detesta que se use su obra para fines políticos, como ya ha afirmado en reiteradas ocasiones, por ejemplo con ocasión del movimiento independentista de Cataluña, patria chica, por cierto, del cantante. Desde el desconocimiento solo se enfanga lo que se pretende enaltecer: “Todo lo que se ignora, se desprecia”, decía Machado. Los avisos negativos de hoy no son, por supuesto, un certificado de defunción, pero pueden ser síntomas de una dolencia.

 

Decía también el gran poeta que “peor que ver la realidad negra, es no verla”. No sé qué pensaría don Antonio de las mañaneras, pero se puede sospechar: “Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo, porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra altura”. También dijo: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”. Y una más: “No digas media verdad, porque mentirás dos veces al decir la otra mitad”. Machado no era amigo de las medias tintas: hay que citarlo bien, y citarlo completo.