Que un encuestador afirme su valor profesional en el hecho de ser acertado en sus predicciones, denota una sola cosa: ignorancia supina.

 

Que la clase política, la intelectualidad, los comunicadores y las autoridades electorales juzguen a un encuestador con base en lo acertado de sus predicciones, denota una sola cosa: ignorancia supina.

 

Una encuesta perfectamente realizada puede fallar, y una encuesta pésimamente realizada puede acertar.

 

¡Así de jodidos andamos!

 

Salvador Borrego, Ph.D.
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