La autocomplacencia es el placer basado en la idea de uno mismo como causa del placer. – Baruch Spinoza
La estabilidad domina los datos recabados por SABA Consultores el pasado lunes, y no hay signo o tendencia que anticipe un cambio, al menos próximo. La aprobación a AMLO sigue firme. En el “Top of mind” de aspirantes a la presidencia se moderan los números de Claudia, pero continúa en niveles de alerta positiva. López Obrador sigue siendo considerado el mejor político de México, y no deja de ser sugestivo ver que, en ese tipo de indicadores, eclipsa a su ungida con mucha claridad, signo inequívoco de que las riendas del proceso, interno y externo están firmemente en manos del futuro jefe máximo. El continuismo, en la persona de Sheinbaum, se reafirma cada semana.
Primero, mediante la clara aceptación de que el próximo año la designada alcanzará la presidencia, como era común en la vieja usanza. Segundo, por el desplome en los indicadores espontáneos de su mayor oponente interno, que fue Marcelo, que anda camino del olvido, en mi opinión para una larga temporada. Ya se verá qué pasa en 2030. Tercero, por la falta de despegue del proyecto opositor en torno a Xóchitl, para quien la presente estabilidad es nociva. Cuarto, porque si hay quien quiere ver en MC un proyecto sólido, debería tener en cuenta que sus también escasos apoyos parecen más bien la expresión del descontento con la otra opción opositora, lo cual es una inmejorable noticia para la 4T. Basta para comprobarlo tener en cuenta que el que parecería su valor más seguro, Marcelo, ni siquiera milita en las filas de Dante, es muy dudoso que llegara a aspirar en nombre de sus siglas, y, si lo hiciera, lo haría con el baldón de ser un tránsfuga. Y además, resentido por una derrota en la interna. Mientras tanto, la 4T camina henchida de complacencia consigo misma, y ajena a cuanto sucede a su alrededor y es su responsabilidad.
Este constante ejercicio de autosatisfacción no nace de un factor ideológico. La cerrazón por ideología tiene una explicación última en unos postulados, en un sistema, incluso en una intención virtuosa. Pero la característica de la 4T, como en su día lo fue del priísmo, es que no hay una ideología definida, más allá de unos difusos planteamientos generalmente simples y demagógicos, que repite su gurú cada mañana. Los pobres, los fifís, el Prian, los conservadores, los adversarios. Lo increíble es que no hay realidad, víctima o estadística que haga mella en ese conformismo general de tintes amargos. La realidad de los hechos no es más que un espejismo al lado de la grandilocuente pero vacía construcción de esos discursos. Si atendemos a las Cartas de Navegación Política, es cierto que el grueso de los seguidores de AMLO, y por ende, de su pupila Claudia, son sectores pasivos y poco participativos: los de menos estudios, los de menos ingresos, los de más edad. Pero también lo es que son inmensamente superiores en número.
De ello vivió el PRI por décadas, con la salvedad de que la 4T no necesita ni siquiera el favor de unos medios completamente desacreditados y desprestigiados. Lo que más llama la atención no es la actitud pasiva de esos sectores, aferrados al conformismo de los programas sociales, como al cabo llevan haciendo tanto tiempo. Ande yo caliente, ríase la gente. Lo más llamativo es la actitud de autosatisfacción de una nueva élite que se goza de ello y no tiene empacho en el aplauso diario a los dislates del conductor de la nave, sin importar a dónde la dirija. Ese goce casi pecaminoso en la propia incompetencia tiene algo de revancha, se basa en el sentimiento de estar donde tanto tiempo estuvieron otros. No se trata, por tanto, de convencer y seducir a la “muchacha”, como denomina el Dr. Borrego al electorado. Esos favores basta con comprarlos. Se trata de seguir disfrutando de una suerte de placer privado y libidinoso. Ya lo escribió Machado: hay cosas que sabe Onán que desconoce don Juan.