El chantaje emocional como arma política

 

Esta semana se registró en Tijuana el asesinato de la periodista Lourdes Maldonado, y aunque AMLO nos pide que no asociemos esta agresión con su amigo Jaime Bonilla, está muy cabrón no hacerlo.

 

También se vio de la chingada AMLO defendiendo a Pedro Salmerón, su propuesta para embajador de México en Panamá, acusado de acoso sexual por sus alumnas y algunas correligionarias de Morena.

 

Por otra parte, estar en la parte equivocada, la que corresponde a los personajes más retrógrados, en la lucha por la libertad de cátedra, la autonomía universitaria y la ciencia, que libran los estudiantes y académicos del CIDE, también hizo ver muy jodido a AMLO.

 

Chingarse 22 mil árboles innecesariamente, como consecuencia de construir el tren maya a lo pendejo, tampoco fue algo que enalteciera la imagen de AMLO.

 

Con los anteriores datos, era de esperarse que se deteriorara la aprobación a la gestión del presidente, pero no ocurrió así. El gallo no perdió ni siquiera una pluma.

 

Ni su aprobación ni su calificación sufrieron deterioro, y la Muchacha dejó de ver a Luis Donaldo, para volver sus ojitos a los dos más probables herederos de AMLO, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.

 

Así es compañeros, AMLO le habló a la Muchacha de su muy probable muerte. Le dijo que ya hizo su testamento político; se tiró al suelo, y la Muchacha, una vez más, conmovida, lo ha levantado.

 

Se llama chantaje emocional. Uno de los últimos recursos para evitar el rompimiento de una relación. Un recurso poco elegante, poco gallardo, poco viril, por no decir que mariconero.