Quienes tienen conocimiento no predicen, y quienes predicen no tienen conocimiento. – Lao-Tse


Esta semana nos ha de valer la redundancia de que no es novedad que no haya novedades. Los datos de SABA Consultores recabados ayer nos presentan un panorama electoral estable. Estando los números de AMLO en dicha situación, parecen repercutir en todos los demás: Claudia regresa a su promedio en sus seguidores más entusiastas, y evoluciona sin sobresaltos en intención de voto. Xóchitl no presenta avance alguno, lo cual, en su posición, es una muy mala noticia para ella, pues es evidente que es la que necesita progresar. De hecho, es bastante inusual la práctica ausencia de avisos de ningún signo, salvo un aumento del interés por la política, probablemente a causa de la actividad electoral, y una advertencia negativa para EPN en los peores políticos, quizá en relación con el libro recién publicado.

 

El “Top of mind” de acontecimientos vuelve a su línea habitual, desapareciendo del primer plano los debates y el incidente de Quito. Aquí, sin embargo, hay un detalle que debe llamar nuestra atención, y es la presencia de unos conceptos muy concretos relacionados con la inseguridad que hacía tiempo que no se veían: las llamadas de extorsión y el miedo. Es decir, además de las menciones habituales a asesinatos, violencia o matanzas, surgen estas consecuencias específicas de un ambiente viciado al máximo en el terreno de la seguridad pública.

 

No obstante, lo anterior, y como ya hemos apuntado en numerosas ocasiones, la popularidad de quien gestiona la situación se mantiene alta e inalterable, y de su mano camina quien todo indica que sucederá a Andrés Manuel, o sea, Claudia Sheinbaum. Anuncia AMLO una “gira del adiós”, que tal vez sea un “hasta ahora”, porque sólo tiene sentido con el objetivo de alargar su sombra sobre el próximo sexenio en un nuevo maximato. Alguna vez he mencionado el concepto de nacionalpopulismo, tal como lo dibujan Eatwell y Goodwin en su obra homónima.

 

La idea es muy interesante, aunque los autores pequen de anglocentrismo y de hecho se centren en EE. UU. y Europa, sin considerar que el populismo tiene su versión latinoamericana que ha tenido distintos éxitos en los últimos cien años, desde los clásicos de la primera mitad del XX hasta los de inicios del XXI. México no escapó a ello, y desde mi punto de vista su mejor expresión fue la hegemonía priísta, que es la que AMLO parece intentar replicar en muchos de sus términos.

 

A finales de 2022, el cineasta Luis Estrada definió al presidente como “un priísta de hueso colorado”. López Obrador no se mueve en los esquemas europeos, sino que actualiza mecanismos muy conocidos, en especial agitando el nacionalismo cuando le conviene. Se preguntan y me preguntan con frecuencia cómo se explica que, con las claras fallas de la 4T, en especial en seguridad, el presidente mantenga su alto grado de popularidad. Todo fenómeno debe analizarse basándose en su comprensión, no en apriorismos inútiles y frecuentemente equivocados. Así sucede con los respaldos de la 4T.

 

La versión latinoamericana del populismo no incluye, hasta muy recientemente, el problema cultural y/o migratorio, pero sí la desconfianza, el hartazgo y la desacreditación del sistema político. En México es un hecho claro, igual que la creciente disolución de la clase media y en parte el desalineamiento con los partidos políticos (baste comparar la diferencia entre los rubros de identificación partidista e intención de voto). La 4T palia esto último recurriendo a mecanismos de identidad o de clientelismo. Por eso unas preguntas hechas por SABA las pasadas semanas en su cuestionario son muy pertinentes. Enfocando al ciudadano en un grupo, “personas como usted”, el resultado es que una mayoría bastante clara se sentía beneficiada por AMLO, pero casi la mitad pensaban que su grupo resultaba indiferente a los políticos.

 

El término “personas como usted”, es decir, aquel grupo con quien se identifica cada ciudadano, incide en aquellos que se sienten en desventaja o más desatendidos que otros grupos. Es evidente que muchos se sienten más tenidos en cuenta por AMLO que por los demás, sea en el sentido que sea, y por eso toleran fallas contra las que en otros casos habían clamado. Todo lo anterior constituye una suma de factores que está escapando claramente al análisis y a la comprensión por parte de la oposición, y se me hace muy tarde como para que puedan hacerlo de cara al 2 de junio. Sobre todo porque, como creo haber dicho también alguna vez, insultar o menospreciar a dos tercios de la ciudadanía dista mucho de ser una buena estrategia.

 

Hay, además, una particularidad: tienden a confundir el obvio descenso en el nivel educativo con la grosera suposición de que tratan con idiotas. Es importantísimo escuchar y comprender las razones de las gentes, en lugar de censurarlas, y la oposición no está entendiendo que no entiende. En un terreno abonado para el nacional populismo, es vital conocer el modo en que el pueblo quiere que lo escuchen, en lugar de ignorarlo o despreciarlo desde una supuesta élite. La 4T está sabiendo manejarlo, y para la oposición está siendo como intentar atar una mosca por el rabo.