Qué fácil es trascender con fama de original; pero se sabe que, entre los ciegos, el tuerto suele mandar. – Silvio Rodríguez (Canción de harapos).

Atraviesa AMLO un bache en el amor de su pueblo. Recién llegado, con la pistola de Pancho Villa al cinto, de su gira caribeña culminada con la visita a Díaz-Canel, una corriente de decepción recorre las filas de sus seguidores. Que no cunda el pánico, probablemente será pasajera. Lo que nos dicen los datos de SABA Consultores recabados el pasado lunes es que se producen abruptos descensos en la aprobación del presidente y en sus calificaciones altas, propiciadas ambas principalmente por quienes no perciben apoyos gubernamentales, y en el caso de las calificaciones, también por quienes pasan apuros económicos. En la vereda de enfrente, o sea, entre quienes menos favorecieron estas variaciones, están los de más edad, los de menos estudios, y quienes sí son perceptores de ayudas.

Hablamos de que estos movimientos expresan decepción en las filas del presidente por varias razones. En primer lugar, porque se producen claramente en los indicadores positivos, es decir, quienes sí lo aprueban, quienes sí lo califican bien. No se da paralelamente un aumento de la desaprobación ni de las malas notas, lo cual sugiere que no se debe a movimientos activos de sus detractores. Además, hay otras variaciones que parecen guardar relación con los datos de AMLO, en los indicadores partidistas, donde Morena cae en picado en identificación y también, en menor medida, en intención de voto. Pero nadie se beneficia de ello, puesto que en ninguno de dichos rubros mejoran el resto de los partidos, cuyos valores siguen un devenir más bien triste y abúlico. Como confirmación de lo dicho, al tiempo que se desinfla Morena, aumenta notoriamente el número de quienes no se identifican o no votarían a ninguno.


¿Qué quiere esto decir? En primer lugar, que se debe considerar que no estamos ante una dinámica nueva, en tanto que estas decepciones pasajeras se han producido cíclicamente casi desde la campaña a las presidenciales. La tónica habitual ha sido su relativa brevedad y el posterior regreso a los valores previos. Tal vez precisamente porque nadie las capitaliza, porque no hay alternativas ni viables ni confiables que atraigan a unos sectores, los que en este momento apoyan a AMLO, que, por demás, se caracterizan por su pasividad. AMLO no tiene por ahora enfrente ningún rival de enjundia, y menos que movilice a estratos con pocos estudios o de bajo poder adquisitivo. Estos últimos, por cierto, y es sintomático, figuran entre los decepcionados de votar a Morena y entre los que afirman no querer a ninguno. Manifiestan, por tanto, no encontrar alternativa. Y como dijo Erasmo de Rotterdam, y repitió en sus canciones Silvio Rodríguez, en el país de los ciegos, el tuerto suele ser rey.


Así que lo que cobra más sentido es la hipótesis del hastío y la decepción, ya se verá si pasajeros o no. La pistola que se trajo AMLO está, desde luego, mucho mejor en México. Pero ha pasado más de un siglo desde que Francisco I. Madero se la regalara a Villa y una inmensa mayoría sigue esperando que la revolución le haga justicia. Hemos pasado por un régimen de partido único que diseñó la difícil cuadratura del círculo de anestesiar la revolución institucionalizándola; por una alternancia fallida; y ahora por una supuesta transformación que es el único asidero que les queda a los eternos desheredados. Ojalá y algún día gobierne alguien con los dos ojos sanos que mire a México de frente, y no con la mirada torcida y parcial de los tuertos. Si llegara ese día, la vieja pistola de Villa saldría de los museos para lanzar por última vez salvas de festejo y no de muerte. Ese día, hasta los ciegos verán.