El amor es la excepción a todas las reglas

Nunca se había vertido tanto odio en un día del amor. Por donde le piques brota inquina, como consecuencia de la escalada brutal del escándalo del hijo del papá, ventilado por Carlos Loret de Mola.

La magnitud del daño potencial que pudiera causar a AMLO se aprecia en las reacciones que el tema ha generado en su defensa, pero al margen de qué lado estemos en esta controversia, la opinión que vale es la de la Muchacha, y justo ahora estoy platicando con ella, para conocer la resultante política de este sabroso zipizape; mañana les diré. Por lo pronto hablemos del amor, centrando nuestra atención en el amor que ha llevado al matrimonio a la maestra Elba Esther Gordillo.

Debo declarar, sin rubor alguno, que la maestra fue mi cliente; para conocer la opinión de los maestros de México sobre la descentralización educativa, en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, y después para participar en discusiones y dar conferencias a los maestros en el tema de Calidad. Conocer la opinión de los maestros, su visión mayoritaria sobre la educación de nuestros niños, inevitablemente hace que te enamores del gremio magisterial, y que un sindicato se interesara en el tema de Calidad, me pareció muy visionario, y muy en línea con una de mis frustraciones profesionales: conseguir que el sindicalismo hiciera de la calidad y productividad una forma de lucha, para lograr mejores condiciones para la clase trabajadora, exigiendo más a los patrones, por generarles más utilidades. El ideal de ganar-ganar, haciendo crecer la economía para el bien de todos, y no la mamada de primero los pobres, para generar más pobres.


Pero volvamos al amor, antes de que se nos acabe el día.

Debemos en primera instancia reconocer que las grandes personalidades, y la Gordillo lo es, tienen un peculiar encanto, al margen de ideologías y de filias o fobias y atributos físicos. Por eso cuando alguien así aparece en escena las miradas se dirigen hacia ellas, y se genera un cierto magnetismo, al menos para no pocos.

Alguna vez, en un centro nocturno de la Ciudad de México, una modesta mujer se aproximó al pianista de la orquesta, Don Agustín Lara. Algo le dijo al oído y Lara se retiró con un gesto de molestia. La mujer le dijo algo más, y el Maestro Lara se puso de pie como impulsado por un resorte, la condujo al centro de la pista y bailó con ella la pieza musical que estaba en curso.

Con la elegancia y caballerosidad características del flaco de oro, la condujo a su mesa.

¿Qué pasó?, fue la pregunta del esposo de la dama, que le había permitido invitar a bailar a Lara bajo su propio riesgo. Le dije, “Maestro, me concede el honor de bailar con usted esta pieza, y molesto respondió -señora, que estoy trabajando-, pero cambió de opinión cuando le dije: acabo de salir de la cárcel, soy la Madre Conchita”.

Pero volvamos a Elba Esther. Hoy fue entrevistada por Ciro Gómez Leyva, por el escándalo de los actos vandálicos que hicieron los maestros de la CNTE en el lugar donde, a pesar de ello, se realizó su boda. Lo más interesante fueron las declaraciones que hizo, a pregunta expresa, sobre el gobierno de AMLO, que en otra ocasión comentaré, y la sacada emocional de tapete que le infringió a Ciro con una sola oración al final: “Hasta luego Ciro, lo extrañé, un abrazo”.

Pero vayamos a otra historia de amor, que pudiera tener similitud con la que comentamos:

El último romance de Edith Piaf fue con un joven cantante griego de nombre Theo Lambukas; su juventud y galanura provocó la maledicencia; lo menos que se decía era que el interés único del joven era el dinero de la maravillosa cantante. Tiempo después de la muerte de Piaf, Theo apareció sin vida en su tumba. Se había suicidado tan pronto pudo cubrir las deudas que había dejado su esposa, para salvaguardar su buen nombre, abriendo al menos una fuerte posibilidad de que, en realidad, la amaba.

Yo no hago juicios sobre parejas establecidas, como dirían Rafael Cárdenas y Rubén Fuentes, quien sepa de amores que calle y comprenda. O como diría Fernando Valadez, fue regalo del cielo, que quisieron los dos.

¡Felicidades maestra!

Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.