Medina llega al pensamiento ciudadano – Los Presidentes Municipales, de enhorabuena
Los focos del Bronco, sobre Medina
Según los datos que arroja la última medición de la opinión pública de Nuevo León realizada por SABA Consultores, Rodrigo Medina ya está presente en la mente de los ciudadanos prácticamente al mismo nivel que las marchas de los maestros, en ambos casos en torno a un 10 % de los encuestados. Y, por supuesto, sigue siendo considerado como el peor político por 27,5 %, amplia mayoría. Mucho ha tardado, habida cuenta de la presencia permanente en los medios del espectáculo en que el proceso contra el exgobernador se está convirtiendo, y que promete continuar precisamente hoy, ya que Medina tramitó un nuevo amparo para intentar evitar su comparecencia. Ahí es donde están enfocadas las luces, y ahí es donde parece quererlas Jaime Rodríguez. Si la percepción de inseguridad sigue a niveles dramáticos por encima del 50 %, los focos no iluminan ahí.
Hace unos días, asistí a un concierto, y parte del público se quejaba de forma reiterada y un tanto impertinente de un foco que, al parecer, molestaba y no iluminaba a donde ellos querían. Naturalmente, el foco se mantuvo en la dirección que el ingeniero de luces consideró oportuna. Cualquiera que haya acudido a un teatro sabe que el foco ilumina lo que el director quiere, y que a veces, fuera del ángulo de iluminación sucede lo que no quieren que veamos o lo que no es oportuno que sea visto todavía. Y viceversa: si insisten en iluminarnos algo, es porque eso es lo que quieren que quede en nuestra retina y no otra cosa. Mucho hay que quejarse para que haya luz donde los que mandan quieren que haya sombras. Si además, el espectáculo es de magia o prestidigitación, el efecto pretendido en el espectador es precisamente que distraiga su atención de lo esencial enfocando su mirada hacia algo accesorio, para conseguir el objetivo: esto es, el engaño.
Explico esta digresión. Jaime Rodríguez ha empeñado su palabra y su obra en que los políticos corruptos paguen por sus delitos, y ha personificado en Rodrigo Medina esa cruzada. Aquí es donde quiere sacar el 10 que nunca sacó en la escuela. Y es un mago de las luces: cada cierto tiempo nos obsequia con titulares, saca una marca de tequila, vende botas y ciega al espectador con flashes, para luego volver a poner los focos sobre el proceso de Medina, que es donde él los quiere. Así se piensa menos en que ya va para un año de gobierno y más en que, si se presenta como un adalid de la lucha contra la corrupción, podrá cimentar en eso su salto a las presidenciales. Dijo ayer que lo hará si arregla Nuevo León. Sinceramente, lo que yo creo, es que si consigue ese objetivo, para Nuevo León, después de 2018, hará como decimos en España: el que venga detrás, que arree.
Resulta que de esta ingeniería de iluminación están siendo muy beneficiados los Presidentes Municipales, porque están totalmente fuera de los focos y aún del escenario. Nadando de muertitos, obtienen una aprobación del 57,1 %, alerta positiva y valor récord, y una calificación de 6,5. Y ahí deben sentirse bien a gusto, entre bambalinas, mientras el show está en otra parte. Del foco escapa también Margarita Arellanes, que a pesar de su glamurosa comparecencia del otro día, sólo estuvo en el pensamiento del 1 % de los encuestados.
Es muy loable y valiente la lucha contra los corruptos del Gobernador. Pero Jaime Rodríguez camina sobre el filo de una navaja: si el proceso de Medina se enrarece, o peor aún, no se concreta, ¿sobre qué construirá su postulación, que ya no niega, a las presidenciales? El resultado del proceso tiene que ser pronto y contundente, justo lo que no parece, o se volverá contra el Bronco. Y atender también al resto de las tareas de gobierno, claro está. Ocurre que, tras seguridad pública con sólo un 23 %, la Procuraduría de Justicia, que iba a ser la estrella de la función, es precisamente la segunda peor valorada del gobierno con sólo un 27,5 % de aprobación. Y sólo un 1 % de los encuestados entiende como un logro de Jaime Rodríguez el proceso contra Medina.
Así que tenemos un Gobernador que quiere ser Presidente, un exgobernador que no quiere ir a la cárcel, y un espectáculo que si no ofrece un pronto desenlace amenaza con que los espectadores, que son los ciudadanos, se interesen por lo que sucede más allá del potente foco que los ciega. Y, en ese caso, ¿dónde iluminar?