De los números obtenidos por Saba Consultores en sus mediciones hasta el 28 de octubre, asumiremos que en tanto que la mayoría de los entrevistados (que representan una muestra de lo que piensa la población en general) no tienen preferencia partidista, no tienen un candidato favorito y que, además, viven algún tipo de dificultad económica; eso quiere decir que los avances o retrocesos entre los aspirantes a la gubernatura son en realidad relativos y sólo son expresión del esfuerzo que hacen cada uno de ellos por posicionarse entre una población más bien indiferente o que, probablemente, los rechaza.
Resumimos los números: un 73.6% de los entrevistados no tiene preferencias partidistas; un 69.5% no tiene un candidato favorito (Top of Mind), y un 66.5% vive algún tipo de dificultad económica, lo cual lo induciría, hipotéticamente, a tener una actitud hostil hacia la clase política y los gobernantes.

Además, hay que agregar a todo esto, que un 46.5% de los entrevistados dice tener muy presente algún tipo de acontecimiento que pone en entre dicho a las autoridades o, como algunos analistas sostienen ahora, a la propia existencia del estado mexicano y su capacidad de “gobernanza” –como diría el gobernador de Morelos Graco Ramírez–. Estamos hablando de acontecimientos como la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, las balaceras, los asesinatos, el ataque al líder de la CNOP de Monterrey, etc. Si esto es así y los números que obtiene Saba no mienten, quiere decir que dos terceras partes de la población vive lo que el sociólogo francés E. Durkheim llama la “anomia social”, es decir, que las circunstancias de crisis económica y política, inducen a los ciudadanos a alejarse de la clase política y las instituciones creando una especie de “divorcio” entre ellas.

El caso del gobernador Rodrigo Medina es muy ilustrativo pues, después de un cierto periodo de estabilidad y hasta avances, esta vez obtiene una calificación de sólo 5.4 que le indica una alerta negativa, y al desglosar esa calificación en calificaciones altas y bajas, obtiene también sólo un 43% en las primeras que le indican una advertencia negativa y 32.3% en las bajas, que también le indica una alerta negativa.
El gobernador seguramente fue víctima de esta ola de descomposición social y política a la que Graco Ramírez, quien no es precisamente una figura de oposición, le llama “crisis de Estado”.

Vistas las cosas así, podríamos interpretar los números del Top of Mind como resultado del esfuerzo y de los enormes recursos que gastan los diversos aspirantes para posicionarse, aún aquellos que dicen que ya no les interesa contender pero que de todos modos tienen un aparato publicitario que los promueve.

Jaime Rodríguez obtiene el número más alto con un 6.8%; Margarita Arellanes obtiene un 5.1% y, el equipo que hemos identificado como el Bloque Promotor de las Reformas Estructurales (BPRE), ha logrado posicionar a Ildefonso Guajardo quien ya obtiene, entre este pequeño segmento de la población, un 3.2% de apoyo; Ivonne Álvarez, con el apoyo del BPRE y de otros poderes locales, ha podido aumentar sus números de manera sistemática y esta vez logra un 4.6%.

La clase política permanece alejada de la población en una competencia que parece virtual y entre sí misma, y sus avances no representan una mayor penetración entre la amplia población sino sólo una acumulación de propaganda, recursos vertidos en asistencialismo, giras y gastos en medios de comunicación y promoción.