La sociedad paralizada.
Pasan las semanas y la opinión pública parece paralizada respecto a sus percepciones políticas. Hay algunas constantes: el presidente Peña saldrá de su mandato muy desacreditado, a pesar de que el presidente electo apoya gradualmente casi todas sus decisiones impopulares y el hecho de que no parece haber desgaste alguno para AMLO, a pesar de que gran parte de los ciudadanos reprueban algunas decisiones de su gobierno entrante, como la designación de Bartlett en la CFE.
La emotividad e interés crítico pareció quedar atrás y fallecer con el proceso electoral, lo que no es un buen augurio para la incipiente democracia mexicana. La democracia se parece más a un árbol que a un trofeo; se debe de procurar, cuidar, mejorar y mantener impoluta, ya que de no ser así, se corrompe, se desgasta y se pervierten sus frutos. La elección de un nuevo gobierno es la siembra de ese árbol, no de la aplicación de una medicina de liberación prolongada o la obtención de un premio inmóvil.
Los ciudadanos tienen que ser parte del proceso político y de toma de decisiones del gobierno entrante, ya que las expectativas se desbordan más allá de lo que parece racional. Lo interesante de los resultados de SABA es que giran en torno a qué vamos a ver cuál es el nivel de democracia que manejará la próxima administración: queda claro que la mayoría quiere el actual proyecto del aeropuerto, que la mayoría está en contra de la legalización de las drogas y del aborto. Si el gobierno de AMLO busca aplicar el mismo proceso de encuestas similares a las usadas para elegir sus candidatos para llegar a conclusiones en temas de interés nacional, tendremos un escenario de simulación democrática.
Si las acciones del nuevo gobierno empatan con lo que nuestros estudios reflejan, podremos decir que López Obrador es un hombre que escucha al pueblo a través del estudio de su sentir colectivo, a través de una encuesta, no a través de la mano alzada ni estudios hechos en la penumbra.
Será pues, este experimento estadístico, una herramienta útil en dos sentidos: de guía para la toma de decisiones y de instrumento ético para ver si las toman acorde a lo que piensan las mayorías.