El galán quejumbroso de La Muchacha.

 

Piedad, piedad para el sufre, piedad, piedad para el que llora, así decía Agustín Lara en su Oración Caribe.

 

La queja, según la RAE, es una expresión de dolor, pena o sentimiento; de resentimiento o desazón.

 

No muestra gallardía quien se queja; sí en cambio quien aguanta estoicamente los golpes de la vida. Por eso, a quienes nos formaron en el auténtico machismo, y no en la caricatura que las generaciones recientes han hecho del concepto, nos inculcaban no andar de quejumbrosos y llorones. ¡Aguántese cabrón, hágase hombre! Tal era la consigna.

 

Por eso me llama la atención que AMLO, que si algo ha hecho en su vida es quejarse, le resulte atractivo a La Muchacha. Sobre todo, en los tiempos actuales. Pocas cosas me resultan más repulsivas que ver quejarse a una figura de poder. En mi pequeño changarro, si algo no le tolero a mi gente, es que vengan conmigo a quejarse de un subalterno; pero soy todo oídos para escuchar quejas de la gente sobre sus superiores jerárquicos.

 

La única posible explicación que tengo a esa proclividad quejumbrosa de AMLO, es que él coincida con Gilberto Lozano de que es nuestro empleado. A lo que no le veo ninguna explicación es que alguien así le resulte atractivo a La Muchacha. En fin, qué le vamos a hacer: quien sepa de amores, que calle y comprenda.

 

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