Se es decente hasta dejar de serlo. Para AMLO, no.

 

La parejita aquella charlaba animosamente en la banca del parque. De pronto sus miradas se cruzaron, sus rostros se aproximaron, y sus juveniles bocas se impactaron con suavidad; Filomeno, asombrado, quiso saber si aquello modificaba su relación de amistad: ¿y después de este beso, qué somos? ¡Pues putos!, le respondió de inmediato Plutarco.

 

Así es compañeros, las conductas modifican lo que somos.

 

Cuando alguien le quita la vida a otra persona, pasa a ser un asesino; si alguien se apropia de algo ajeno, pasa a ser un ladrón, etc.

 

Pero para AMLO las personas, al menos sus amigos, no cambian su condición moral por lo que hacen. Para él, son lo que él quiere ver en ellos.

 

Es el caso de la maestra Delfina Gómez, a quien le han acreditado deducciones fraudulentas a los trabajadores de Texcoco cuando era alcaldesa. Técnicamente es una ladrona, una delincuente, pero AMLO nos sorprende afirmando que no es así, que ella es una persona honrada.

 

¡Ganso de Dios, que quitas el pecado del mundo; ten piedad de nosotros!

 

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