Democracia sindical a güevo.
Eran los años 80, se vivía el boom de la calidad en México, y yo recién iniciaba mi actividad como Consultor Industrial.
Se vivía entonces la confrontación clásica obrero-patronal en las empresas, y en ese contexto los trabajadores veían con desconfianza la capacitación en Control Estadístico de Procesos, y en especial los cursos de Filosofía de la Calidad, que proponían ideas como la de Orientación al Cliente y entender las actividades cotidianas de la empresa como actividades cliente-proveedor. Esas reticencias limitaban los logros de lo que alguna vez llamé “La revolución de la calidad”, que bien pudo evitarnos muchas de las calamidades del Capitalismo Salvaje.
Se me ocurrió que la iniciativa de mejorar la calidad y la productividad, más que de los empresarios, debería ser de los sindicatos; que los líderes sindicales les hicieran a los empresarios una oferta que no pudieran rechazar: mejorar la competitividad, generarles más ganancias; pero a cambio de ello que las empresas se comprometieran con la idea completa del filósofo de calidad más importante (W. Edwards Deming); particularmente que no se viera a los trabajadores como un insumo más y que la suerte de empresarios y trabajadores fuera compartida. Que, si a la empresa le va bien, a los trabajadores también, rompiendo con el esquema de empresas pobres pero empresarios ricos. Esto permitiría a los sindicatos, al menos, compartir el liderazgo del desarrollo nacional.
Busqué entonces a mi amigo Abel Guerra, quien por aquellos años tenía muy buena relación con Don Raúl Caballero, el líder de la CTM en Nuevo León, le expliqué ampliamente la idea, y amablemente me ofreció hacerle llegar la propuesta a Don Raúl; muy pronto recibí la franca y contundente respuesta del líder estatal de la CTM: “déjense de pendejadas”.
Se perdió una oportunidad que pudo sentar las bases para un nuevo sindicalismo, que luchando por el bienestar de los trabajadores adquiriera respetabilidad, reconocimiento y agradecimiento social.
Y ahora, como consecuencia del T-MEC y la presión de los gringos, vemos caer en la planta de GM de Silao, Guanajuato, a la CTM, al perder unas elecciones libres y vigiladas por el INE, y se anticipa que seguirán cayendo en otras empresas como fichas de dominó.
Malas noticias para el sindicalismo tradicional, ojalá que otros pongan sus barbas a remojar.
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