Si has encontrado una nueva ilusión, no me lo niegues. –  Ya no me quieres, María Grever.


Debo confesar que hay temas que me entristecen mucho; como la guerra, el drama de las mujeres maltratadas y las deficientes formas de dimensionarlo y atenderlo, la violencia generalizada en nuestro país, etc. También confieso que mi espíritu hedonista me busca un escape, una evasión de esos temas, y busca algo chusco o divertido aún en las tragedias, incluso las personales.

 

Y es entonces cuando en lugar de Dixits, escribo Mini Dixits, para que no tomen muy en serio lo que escribo, aunque no falta nunca algún loco polarizado que se quiera ganchar, pero nunca pasa a mayores, pues como bien saben mis amigos lectores nacidos después del 2040, mis contemporáneos no me pelan y a mí me vale madre que no me pelen; me conformo con que mis supuestos competidores me la pelen y que mis amados clientes lo sepan.


Pues bien, desde que mi admirada @GlodeJo07 publicó una fotografía de AMLO rodeado de mujeres de Morena, solicitando un título para la foto, mi ojo concupiscente advirtió algunas damitas de muy buen ver, y como diría mi amigo Catón, y de mejor tocar, y en consecuencia de inmediato sugerí un título: “En todas partes está Dios”.


No pasó mucho tiempo antes de que circulara otra fotografía, donde aparece AMLO tocando el hombro de una hermosa fémina sinaloense, y a esa foto yo la intitulé: “Verde, que te quiero verde”, recordando a Federico García Lorca.


Lo que más me impactó, como excepción a mis reglas, no fueron los prominentes encantos esmeralda de la sinaloense, sino la expresión de plenitud en el rostro de AMLO. Me recordó una historia familiar que ahora les comparto:


Mi abuelo materno, Don Epifanio Alvarado, oriundo del norte de Nuevo León, a temprana edad se estableció en Peñitas, Texas. Muy joven quedó viudo con tres pequeñitas, y aunque trató de rehacer su vida, lo más cercano que estuvo al éxito fue con una dama que era tan buena opción, que un día se apareció su marido para reclamarla.


Pues bien, el recuerdo de mi abuelo tiene relación con el espléndido rostro 8M de AMLO, porque cuando murió, buscaron entre sus cosas una buena fotografía para que, impresa en piedra, perdurara en la cruz de su tumba.


La fotografía que, por unanimidad de sus deudos, reflejaba toda su alegría de vivir, su paz interior, su bondad, su condición de hombre cabal, tenía un inconveniente: tenía abrazadas, una a cada lado, a dos bellas damas, en un prostíbulo que por aquellos tiempos y lugares eran conocidos como “zumbidos”, en la muy noble y leal ciudad de Reynosa, que se distinguía entonces por ser la capital del pecado de la frontera chica.

Así las cosas, compañeros, se cometió la felonía de recortar la fotografía para remover a las damas, y es la foto de mi abuelo, en soledad, la que pueden ver en el cementerio de Peñitas. Yo tengo la firme convicción de que mi abuelo hubiera preferido que no se las quitaran, pero ya muerto no se pudo defender de tan artero atraco.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero ni las tragedias ni las picosidades nacionales se darán siquiera un respiro. La maledicencia seguirá acompañando a AMLO y a las bellezas de Morena, pero la dueña del corazón de AMLO está muy firme, y dice que se le hacen pocas y mal armadas. Por supuesto que la dueña del corazón de AMLO es, sin asomo de dudas: La Muchacha.


Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.