Apología de un impotente.

La impotencia es cosa muy fea, que atormenta como futuro posible (horror, inevitable) a todos los hombres que tienen, en el supremo acto de varón, una de sus principales motivaciones de vida.


Alguna vez, en mi lejana juventud, escuché una divertida conversación que, en la mesa de al lado, tenían un grupo de compañeros de pretéritas generaciones, en un restaurante de Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Uno de ellos, trataba de explicar a sus compañeros el fracaso que la noche anterior a la mañana siguiente, había experimentado en la intimidad fornicadora. La explicación tenía el claro propósito de negar cualquier responsabilidad personal en el bochornoso fracaso: “pero es que la vieja estaba muy jodida”.

En aquel momento pensé que una explicación más ridícula no podría darse para justificar la impotencia sexual, pero AMLO ha abierto una aún más ridícula, al responsabilizar a Felipe Calderón de su impotencia ante la inseguridad pública nacional.

Así es compañeros; los impotentes tienen ahora un nuevo pretexto para su desgracia: echarle la culpa a algún ex de la Muchacha.

Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad. Y en esta ocasión, también, potencialidad.