¡Triunfa la izquierda en Chile!

 

Mi amiga chilena, la poetisa Soledad Lanas, me mandó un mensaje hoy, pasaditas las 4 de la tarde, para preguntarme si consideraba irreversible la ventaja de 54% contra 46% de Gabriel Boric sobre José Antonio Kast, con 50% de los sufragios computados. ¡Ya ganó Boric! Fue mi respuesta, como lo más probable, y así fue.

 

Es inevitable que este triunfo latinoamericano de la izquierda sobre la derecha se relacione con nuestra situación en México. Los seguidores de AMLO se muestran jubilosos, pero entre los detractores del presidente también se escuchan voces optimistas.

 

Yo mismo me encuentro optimista por el futuro de Chile, porque para mí ni todas las izquierdas ni todas las derechas son iguales. Y en términos generales veo izquierdas racionales, izquierdas irracionales, derechas racionales y derechas irracionales, teniéndole más miedo a la derecha irracional que a la izquierda irracional, y prefiriendo a la izquierda racional sobre la derecha racional.

 

Creo además que Boric es de la izquierda racional, porque la izquierda tiene dos grandes vertientes, no necesariamente excluyentes: la del amor y la del odio; a esta última llegan, y con toda razón, los que han padecido en sus personas o en sus familias las carencias, angustias, sufrimientos, humillaciones y malos tratos propios de las desigualdades sociales y económicas del capitalismo, pero no todos se quedan anclados en el resentimiento.

 

Quienes como Boric, siendo de familias de las clases medias favorecidas, se mueven en el espectro ideológico hacia la izquierda, tienen en el amor una motivación común. Es el espíritu de justicia lo que los motiva, no la revancha.

 

Por otra parte, quienes lo conocen y dan testimonio de su personalidad, le reconocen como rasgo importante su capacidad para reconocer errores, problemas y deficiencias.

 

Creo por tanto que Boric se parecerá más a José Mújica, el expresidente de Uruguay, que a nuestro AMLO. Y creo también que Boric podrá restaurarle a la izquierda latinoamericana el decoro y prestigio que ha perdido con gobiernos como Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y por supuesto AMLO en México.