Llegará el día en que tengamos una vida democrática vigorosa, con una base social informada, participativa y crítica, donde haya candidatos perdedores que reconozcan sus derrotas.

 

Para ello deberemos prevenir conductas antidemocráticas de los actores políticos. Legislar no para cancelarle la candidatura a alguien porque no reportó gastos de precampaña, pues aunque esté en la ley no deja de ser una pendejada, y es una invitación a la protesta legítima ante el absurdo legislativo. Esperen las protestas de Salgado Macedonio.

 

Lo que sí deberíamos poner en la ley electoral, son sanciones que lleguen hasta la pérdida de los derechos electorales a los que atenten contra la civilidad democrática. Concretamente, a quienes habiendo perdido una elección no lo reconozcan. A la primera, no poder participar en la siguiente elección. A la segunda, pérdida completa de sus derechos electorales, imposibilitándolos de por vida para ser candidatos.

 

La democracia debe poner como condición que quienes participen del juego de la política tengan espíritu democrático, y eso se demuestra, fundamentalmente, aceptando con hombría las derrotas.

 

La democracia no puede seguir siendo utilizada como trampolín de dictadores. ¿Verdad?

 

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