La heroicidad se le escapa a AMLO.
El pasado 15 de julio, el presidente AMLO atisbó un futuro posible que debe horrorizarlo: el fracaso de su gobierno. Su discurso, usualmente triunfalista y autocomplaciente, le dio cabida a la siguiente advertencia:
“Si no terminamos de pacificar al país, no podremos acreditar históricamente a nuestro gobierno”.
Habría sido muy esperanzador que junto a la advertencia se hubiera deslizado el propósito de modificar su estrategia para pacificar al país, pero no fue así, pues acto seguido se refirió a sus adversarios, para afirmar que: “Se ríen ¿no? se burlan, de que he dicho que abrazos, no balazos. Y vamos a demostrar que funciona”.
¡Válgame Dios! Si en tres años los abrazos no han funcionado, es claro que no funcionarán en los tres que siguen, y resulta alarmante la posibilidad de que la advertencia sea dirigida a los criminales, tratando de convencerlos de mejorar su conducta, bajo la supuesta motivación compartida de que el gobierno de AMLO se acredite históricamente, y con ello la heroicidad de nuestro presidente.
Por otra parte, no es solo la pacificación del país el tema que amenaza a este gobierno con no acreditarse históricamente; los niños con cáncer que están muriendo por falta de medicamentos, la economía amenazada por sus decisiones, el manejo de la pandemia, etc., son también lo suficientemente graves como para tirar a este gobierno al basurero de la historia.
Objetivamente no se ve cómo este gobierno pase en letras de oro a las páginas de la historia, y todo indica que AMLO quedará en condición de conato de héroe.
Para colmo de males, sus recientes posicionamientos políticos respecto a Cuba y la OEA, mueven a pensar que está cocoreando al vecino, a quien después de las chingas que nos ha puesto aprendimos a tratarlo con pincitas, y a aprovechar su cercanía con un tratado comercial de innegables beneficios.
Ojalá que la obsesión de nuestro presidente por pasar a la historia como héroe, no lo esté llevando al extremo de provocar un conflicto que le daría un rol protagónico, pues sería el líder natural contra el extraño enemigo, y emulando a Juárez haría un gobierno itinerante en su carruaje, que ahora sería un Jetta, y en un descuido, como Juárez, se mantendría en la presidencia por no haber condiciones para hacer elecciones. Quizá sueñe con ser el líder de una resistencia numantina, como si tal cosa nos faltara.
El presidente no tiene que voltear a Cuba para ver otra Numancia. Las familias de los niños con cáncer, las familias atrapadas en las zonas sin ley como Aguilillas, Michoacán, los cada vez más mexicanos en condiciones de miseria, ya viven en la Numancia de España, en el reino de Castilla, en el año 132 antes de Cristo.
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