A varios meses de la toma de protesta del gobernador Jaime Rodríguez ya es posible realizar un juicio para el desarrollo de su gestión y observar el estado de la opinión pública en Nuevo León; analizar qué efectos ha tenido y ver hasta qué punto El Bronco todavía conserva el capital político que lo llevó al poder. A pesar de que en un ejercicio hipotético si se repitiera la elección del año pasado el Bronco volvería a ganar, los resultados de este día muestran que ya no lo haría con la misma fuerza que obtuvo previamente.
Llama la atención que ante la pregunta de “si el día de hoy fueran de nuevo las elecciones, ¿por quién votaría?”, los candidatos del PRI y el PAN quedarían prácticamente iguales y El Bronco se desplomaría al pasar de un 57.1% a un 31.2% en este indicador. Aun tomando el margen de error, esta situación podría considerarse un fuerte deterioro en la percepción de su mandato, pues dentro de la base social que lo llevó al poder se refleja una desilusión significativa. Jaime Rodríguez prácticamente tiene el mismo nivel de aprobación (41.1%) con el que salió Medina (37.8%), lo que en términos estadísticos representa una cifra exactamente igual. Esta situación no es un buen referente si se toma en cuenta que El Bronco usó al ex gobernador como representación de la corrupción y el mal gobierno para fortalecer su campaña.
Lo más natural sería preguntarse cuáles son los factores que han acelerado este deterioro a menos de un año de su gobierno y, aunque la cuestión posiblemente tiene diversas respuestas, uno de ellos es que quienes votaron por él quizá se sienten poco escuchados ya que al observar el indicador de “si pudiera platicar con Jaime Rodríguez, ¿qué le diría?”, la respuesta más mencionada es “que cumpla sus promesas” con un 27.2%, es decir, la gente tomó la palabra del gobernador durante campaña y un amplio sector de quienes lo apoyaron se sienten desatendidos.
Es interesante observar que Fernando Elizondo es percibido como el mejor político del estado a pesar de formar parte del gobierno de Jaime Rodríguez. Al parecer el deterioro ha sido absorbido por el gobernador mientras detrás del telón Elizondo articula muchas políticas públicas, incluidas algunas que probablemente le han costado capital político al gobernador, en especial las relacionadas a las finanzas del estado, entre despidos, recortes y la anulación del metro gratis los domingos.
Confieso haber votado por Jaime Rodríguez no para esperar un milagro social, pero sí un gobierno que tuviera vigilancia a través de la lupa de la sociedad, y su rápido deterioro me parece sorpresivo. El hecho de que su base social esté desilusionada y que en el “ejercicio electoral” estos sectores no opten por los partidos tradicionales, revela que quienes se desilusionan de la opción independiente posiblemente lo hacen de todas las variantes de acceso al poder y del sistema político en sí, al percibir que la única plataforma que les quedaba les está destruyendo sus últimas ilusiones.
Sugiero a los simpatizantes de El Bronco, a sus allegados y a él mismo, que tomen este análisis y sus resultados con madurez y seriedad pues de ser ignorado, el precio para su gobierno podría ser un deterioro más fuerte. Pensar que el reflejo de resultados negativos corresponde a una mala intención es una negación en la que caen muchos candidatos y gobernantes; cuando les favorece los validan y cuando les perjudica los cuestionan. Como dato adicional mencionaré que el ahora gobernador validó los resultados presentados por SABA durante toda la campaña, además, al final del proceso SABA mostró mayor precisión en los resultados electorales aunque esa no fue la intención principal de las mediciones, sino mostrar un impecable seguimiento de todo el proceso.