Se ha desatado un escándalo mundial, con la aprobación y regulación en Bolivia del dióxido de cloro, para la prevención y cura del Covid-19.

 

Hoy, en uno de mis cursos, surgió el tema, y una de mis alumnas comentó que es una solución de la cual se vierten unas cuantas gotitas en un litro de agua, y se toma como agua de uso. Comentó que su padre, con cancer terminal de vejiga, en tres meses quedó curado con el dióxido de cloro, y que el Covid-19 no le aguanta ni cuatro días. La botella de la solución dura seis meses, y cuesta 600 pesos.

 

Este tema crece cada día más. La ciencia a veces se contamina con la política (Don Hugo y su enhiesta curva aplanada), y a veces, también, se contamina con los intereses económicos, en especial con los de la industria farmacéutica.

 

Por años estuve ligado a la industria farmacéutica (fui director estadístico de Ipharma, un laboratorio de estudios de bio-equivalencia; un recurso de la ciencia neoliberal para ofrecer a los pobres medicamentos eficaces pero muy baratos), y se que hay padecimientos cuyo mejor fármaco ha dejado de producirse, por el “pecado” de ser muy barato.

 

Habrá que ver esto del Dióxido de Cloro, pero no me sorprendería que fuera la cura ideal para el Covid-19.