A lo largo de las mediciones que hemos valorado de SABA CONSULTORES, se constata que no importa qué tanto falle la 4T, nada le impacta contundentemente. A estas alturas, es momento de que todos los actores políticos hagan un alto en el camino y consideren la posibilidad de un duro diagnóstico: la opinión pública no está siquiera enfocada en temas; simplemente prefiere al Presidente, y repudia los opositores, punto.

 

Las razones pueden ser múltiples: quizá, el sistema institucional de gobernabilidad tradicional, se deterioró tanto a los ojos de la opinión pública que todo aquello que continúe en sus márgenes, está siendo castigado por la población o quizá simplemente ya están aburridos de lo mismo.

 

Quizá por eso, a pesar de la pandemia y las políticas públicas dudosas, la aprobación del Presidente es tal, que hay poco movimiento en los indicadores relevantes. A pesar de lo vociferante que es la oposición con sus alianzas consumadas y lo sustentadas que puedan estar sus críticas, ¡la fortaleza de la 4T es cada vez más sólida!

 

La identificación partidista por MORENA registra un contundente 28.5%; mientras que el resto de las opciones (incluyendo los que no saben) apenas suman 22.3%. La desaprobación del presidente disminuye, destacadamente entre millenials y población con más de 15 años de estudios o con licenciatura, es decir, justamente entre los grupos a quienes supuestamente habla el movimiento opositor.

 

De ahí la extrañeza de continuar viendo a los mismos voceros y actores en las alianzas: desde huérfanos locales de administraciones pasadas hasta Ricardo Anaya, a pesar del contundente “ustedes no” que la opinión pública parece estar diciendo en cada levantamiento y en cada encuesta. No es que el Presidente y su 4T sean intocables, sino que en la esfera pública no hay nada más que ellos. Los de siempre, simplemente son “ruido” para los encuestados (a menos que estén avalados por el Presidente, como el caso de Marcelo Ebrard, que sigue subiendo en el Top of Mind para el próximo sexenio).

 

Ante esto, habría que preguntarnos si la reprobación de los mexicanos a la oposición no es también un veto al tono de su discurso. Aunque indudablemente provocados, no dejan de apuntar dedos con beligerancia y gritar a los cuatro vientos lo catastrófica de la situación. No es que estén equivocados, pero quizá la gente (después de años muy difíciles ) quiera ver menos violencia y más propuestas para solucionar problemas; más agenda y más banderas, con las que identificarse.

 

La esperanza encuentra mejor terreno en campos nutridos (e incluso tierras no trabajadas) que en sitios tormentosos. Si los de enfrente lo están haciendo tan mal, quizá sea tiempo de dejar el tema por la paz, construir lo propio y, quizá también, de renovarse.