Podríamos decir que el personaje de la semana ha sido Ernesto Zedillo Ponce de León, quien llegara a la presidencia de México en 1994, por un accidente histórico trágico.

 

Las reacciones a su enérgica postura respecto de las mamadas postreras de AMLO han sido de todo tipo. Desde el inevitable contraste entre un personaje con sólida formación académica, con nuestro silvestre presidente actual, hasta la jauría de jovencitos que vomitaron la propaganda difundida por AMLO y los suyitos contra Zedillo, al cual le permitieron, con displicencia, explicar algunas cosas, para quienes quisieran entender.

 

Lo entrevistaron Ciro Gómez Leyva y Carlos Loret de Mola. Dos estilos diferentes, el de Ciro inclinado a fastidiar al entrevistado y el de Loret a sacarle la mayor cantidad de información relevante. Ciro más artista, Loret más periodista.

 

De Loret obtuvimos una explicación fabulosa sobre el manido tema del Fobaproa, ejemplo de cuando los actores políticos confunden verdad con propaganda, y también de cuando asumen su responsabilidad aún a costa de su popularidad.

 

De Ciro obtuvimos lo que explica el rating, la monetización, lo banal, superficial: que Zedillo casi se salió de sus casillas.

 

Debo decir que, a pesar de las impertinencias de Ciro, y a pesar de la vehemencia, Zedillo salió relativamente bien librado, pero no pudo evitar caer en la trampa que el buen Ciro, creo involuntariamente, le puso.

 

¿Cuál fue la trampa? Ciro, casi casi como seguidor de la 4T, le restregó a Zedillo la elevadísima popularidad de AMLO y la aplastante victoria de Claudia, como una forma de desacreditar sus juicios.

 

Como ya he dicho, Zedillo salió más o menos bien librado, pero la respuesta correcta a Ciro era la siguiente, usando terminología especializada: ¡No maméis! ¡La Opinión Pública está distorsionada! Por consecuencia, no la podemos tomar en serio.

 

La popularidad de AMLO es espuria, porque no es consecuencia de una buena gestión de gobierno, sino de la gratitud de gente pobre que recibe dinero a cambio de su vida (más de 4 años menos de esperanza de vida), y de esa popularidad espuria y la injerencia ilegal en el proceso electoral, se derivó la ventaja en las urnas para Claudia.

 

¡Así las cosas! ¡El que entendió, entendió! Y, por cierto, los más inteligentes de Morena, ¡ya están entendiendo!

 

Salvador Borrego, Ph.D.
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