Desde 1993 descubrí un problema fundamental en las encuestas, que no tenía qué ver ni con la forma de hacer el muestreo, ni con la forma de analizar los datos; el problema era más grave por su invisibilidad: ¡la condición de aplicabilidad de las encuestas había dejado de satisfacerse!
Detectar un problema es lo más fascinante en el ámbito de la investigación. Recuerdo que un día llegué al gigantesco cubículo de mi queridísimo profesor Donald B. Owen, y lo encontré eufórico. ¿Resolvió algún problema? Le pregunté; y su respuesta fue: ¡no! ¡Lo encontré!
Pues bien, así fue en aquella ocasión, encontré un problema, como antes en la industria encontré una grave debilidad de los índices de capacidad de procesos, que derivaron en el desarrollo de los límites inferiores de confianza de estos, que publicamos Owen, Show y yo en Thecnometrics, abriendo un nuevo campo de investigación.
En esta ocasión del 93 ya había perdido a mi querido profesor, de modo que me chuté el problema solito; la solución fueron mis Monitoreos y Cartas de Navegación Política, que no solo evitan las pinches vergüenzas que ya caracterizan el ejercicio profesional de los encuestadores; también representan una clara y poderosa ventaja competitiva para quienes guían su accionar, su praxis política, utilizándolos.
Con mucho celo guardaba mis hallazgos, los registré con derecho de autor, escribí en 1997 un libro hermoso: “Más allá de la Encuesta Política”. Hablé al Fondo de Cultura Económica para publicarlo. Me dijeron cuál era el criterio “editorial” para publicarlo: ¡que yo pagara todo!, Me acordé de Gustavo Adolfo Becker (Con talento es poco aquel que escribe; más con oro cualquiera hace poesía), y los mandé a chingar a su madre.
Pasó el tiempo, mi metodología era mi ventaja competitiva también; los muy pocos políticos que la entendían se beneficiaban de ella siendo mis clientes. ¡Era casi un secreto! Mi temor era que alguna empresa grande se fusilara mi forma de trabajo y yo quedara, como tantos innovadores, en la marginación y en la pobreza.
Cuando en el 2008 fallaron todas las encuestas en New Hampshire en las internas demócratas me alarmé. Que fallen todas o casi todas las encuestas es el síntoma del gran problema. Conociendo el portentoso potencial estadístico de los gringos (con ellos me formé como estadístico) mis temores de que, teniendo el problema en sus narices, desarrollaran una solución como la mía o mejor, se dispararon. En consecuencia, me apuré para ir al congreso de la AAPOR, en Nueva Orleans aquel año, para ir a presentar en sociedad a mis Monitoreos y mis Cartas de Navegación Política. La idea era dejar constancia de que ese gran problema de las encuestas, tan a la vista en sus consecuencias en todo el mundo, desde 1993 lo detectamos y resolvimos en México.
Pasaron los años. Durante los primeros me insistían, me invitaban a que fuera a USA a desmenuzarles la idea, para publicar junto con algunos de ellos, para que yo me hiciera famoso y ellos se hicieran ricos. No me gustó la idea. Los años siguientes fueron de silencio, y nunca se les ocurrió atacar el problema. Increíblemente siguen los gringos usando encuestas, a pesar de su obsolescencia.
Por eso ahora, cuando después del debate entre Kamala Harris y Donald Trump nos dijeron que deberíamos esperar a las encuestas, para saber quién ganó, la verdad da pena ajena.
La misma noche del debate debimos saber quién ganó con base en:
- Las alertas de los Monitoreos.
- La Matriz de Transición en el esquema de las Cadenas Finitas de Markov.
En verdad que da pena, que el país más avanzado en la Ciencia Estadística haga el ridículo usando encuestas.
¡El que entendió, entendió!
Salvador Borrego, Ph.D.
saba@sabaconsultores.com
sabaconsultores.com
youtube.com/c/SabaConsultoresVlog
8110664872