En mi lejana juventud universitaria fui militante de la izquierda, o eso pensaba yo (quizá me pasó como a Noroña); lo cierto es que, cuando fui víctima de una fuerte agresión de la Derecha, mis correligionarios me dejaron colgado de la brocha, con excepciones, como la de un compañero, también de izquierda, pero de otra facción (te abrazo, mi querido Lic. Ernesto Villarreal Landeros). Por lo anterior quedé, en términos políticos, como “agente libre”.
Años después, por mi desconocimiento de Norberto Bobbio, pensé que la única forma de meter mi cuchara en la política era la militancia partidista, y como el partido con el que tenía menos discrepancias ideológicas era el PRI, acudí a un sabio para que me orientara.
¡Y vaya que era un sabio! El Príncipe de la Educación lo llamaban; había sido Subsecretario de Educación con Adolfo López Mateos, entre otras cosas destacadas. Me refiero, claro, al Profesor Humberto Ramos Lozano.
Cuando le planteé mi inquietud, me preguntó si yo aspiraba a algún cargo público, como Alcalde, Diputado, Gobernador o algo más, y mi respuesta fue que definitivamente no; que yo era un feliz profesor y así quería seguir. Entonces su consejo fue tajante: De ser así, ¡no tiene sentido que milites en ningún partido!
Años después, la vida me ubicó exactamente donde quería estar: hasta el tuétano, pero en la periferia de la política, por mi condición profesional (si los políticos entendieran a cabalidad lo que puedo hacer por ellos, yo tendría más chamba que Massive Caller y México Elije juntos).
Todo lo anterior viene a cuento porque, pensando en el partido en gestación donde anda Guadalupe Acosta Naranjo y, recién me entero, también Gustavo Madero, entre otros, vale la pena que consideren lo siguiente:
- Que la militancia del partido sea muy selecta; no elitista, pero sí selecta.
- Qué ser militante del nuevo partido sea un verdadero honor y distinción.
- Que para ello, entre los fundadores del partido, se forme una comisión de honor y justicia, que además de vigilar el desempeño ético de sus militantes, tenga como una función central ser el filtro que juzgue las solicitudes de ingreso de los nuevos militantes.
- Que en términos generales el perfil de militante sea la honradez, capacidad negociadora, y un deseo genuino y legítimo de acceder a posiciones de poder.
- La capacitación en temas políticos, la podrán recibir una vez que militen.
- La militancia no debe ser masiva; si hay un mínimo de militantes para registrarse como partido, buscar solo ese mínimo. Si no hay mínimo, procurar no rebasar los 2000, o algún número manejable, bajo el principio filosófico de que “entre menos burros, más olotes”.
- En el caso de los simpatizantes (Yogas el cantinero, ya lo soy), no poner ninguna condición, salvo la de registrarse con nombre, ciudad donde vive y teléfono celular, para tener la posibilidad de tomar en cuenta sus opiniones vía encuestas, para temas cruciales, o para resolver diferencias que se hagan irreconciliables entre los militantes. Los simpatizantes serían algo parecido al VAR en el futbol.
- En el caso de los simpatizantes, entre más sean mejor. Serían personas desinteresadas en posiciones de poder; si a algunos de ellos de pronto les entran las “ansias de novillero”, deberán primero solicitar su anexión como militantes.
- Si el PRI y el PAN, ahora que se debaten en luchas intestinas (por el cagadal en que mueven), quisieran tomar en cuenta esta propuesta, sería fabuloso.
- Los decepcionados del PRI y el PAN, defenestrados o tránsfugas, tendrían en el nuevo partido una posibilidad, en caso de pasar el filtro de la comisión de Honor y Justicia.
¡Hasta aquí el tema compañeros!
Ojalá se tome en cuenta esta propuesta, ¡si no, pos no!
Salvador Borrego, Ph.D.
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