El mundo de las encuestas surgió como una muy buena idea de Carlos Marx, en tiempos de la Comuna de París, y evolucionó en una serie de ensayos-errores hasta 1948, cuando Paul Lazasfeld y Samuel Stouffer le dieron fundamento científico, y las inscribieron en el maravilloso mundo de la estadística.

 

Por desgracia muchos de los errores en esa evolución se hicieron famosos, como el muestreo de cuotas de George Gallup, y esos errores se enseñan en las mejores universidades, generando encuestólogos con títulos universitarios pero deficientes en estadística, razón por la cual me refiero a ellos como aficionados.

 

Pues bien, a la larga lista de aficionados hoy se incorporó nuestro presidente, al redactar un texto para encuesta, que incluye quince preguntas en una sola. Esto es así, porque son cinco ex presidentes y se pretende juzgarlos antes, durante y después de su ejercicio de gobierno. Preguntas así confunden a los entrevistados.

 

Otra cosa no menor, es que en una encuesta se debe ocultar el nombre del cliente y tampoco el cliente debe saber quiénes respondieron y cómo. Son una especie de experimentos doble-ciego, para evitar que las respuestas se sesguen favorablemente al cliente y para que el cliente no tenga forma de tomar represalias contra los entrevistados, pues aunque por lo común son anónimas las encuestas, frecuentemente se conocen los nombres de los entrevistados.

 

En este caso todo mundo sabe que es AMLO quien indaga, y también sabe la opinión que AMLO tiene sobre los expresidentes. De modo que, si la Suprema Corte de Justicia avala el mamotreto del nuevo aficionado, les garantizo que abrumadoramente resultará que se deben juzgar a los expresidentes y si, ya entrados en gastos, les pedimos que los juzguen, serán también declarados culpables.

 

Así las cosas compañeros. ¡Ni modo!