El problema no es el sentimiento, es el consentimiento. – San Bernardo de Claraval.



Tal vez haya lectores que piensen que soy reiterativo señalando el dramático problema de inseguridad que vive México. Pero no soy yo quien insiste, sino la ciudadanía. Semana tras semana los datos que recaba SABA Consultores señalan que nada hay más relevante ni preocupante para los mexicanos que la violencia y el crimen. Los del pasado lunes no son una excepción, más bien al contrario. La delincuencia, los asesinatos, las balaceras, han sido lo más presente en la mente ciudadana, bastante por delante del proceso electoral.



Igualmente, para dos tercios de la población, la inseguridad es el problema de mayor magnitud. El puente Guadalupe-Reyes se ha convertido en un siniestro y largo rosario de matanzas desde Salvatierra a Petatlán, y sin embargo, tal situación se refleja en los datos de AMLO y de la candidata de Morena con avances y consolidación de su ya de por sí dominio en términos de popularidad y de intención de voto. Ambos, presidente y aspirante, van cogidos de la mano, porque la aceptación a aquél, que afirman tres de cada cuatro mexicanos, lo es también a la continuidad de su proyecto. López Obrador completa una serie por encima de su media en aprobación, y bate su récord como mejor político, con una potente alerta positiva. Sheinbaum, a su estela, también alcanza valor récord en la respuesta espontánea sobre aspirantes, y sigue avanzando en respaldo electoral.



¿Quiénes favorecen estos progresos? Nada nuevo: en especial, los de menos estudios, los de más edad, y sobre todo, los perceptores de apoyos sociales. La 4T ha perfeccionado la ingeniería social que durante décadas construyó el PRI más conspicuo. No es de extrañar que antiguos priístas acudan al cobijo de Claudia, seguramente deslumbrados por cómo los aprendices han terminado superando a los maestros.



La oposición, al fin, parece estar comprendiendo que el eje donde ha de centrarse el debate es la seguridad pública. Seguramente es muy tarde, pero además, el enfoque no es correcto. No se trata de atacar a AMLO señalando errores evidentes, más bien es cuestión de proponer alternativas coherentes y eficaces para la lacra que sufre México. Y sobre todo que sean capaces de convencer a una legión de subsidiados que no ve otro futuro que acudir a la tienda de raya de la 4T.



Para muestra, un botón: habiendo sido Guerrero el escenario de algunas de las últimas matanzas, son precisamente quienes viven en ese Estado uno de los estratos que propician la advertencia positiva de Sheinbaum en intención de voto. No puede haber ejemplo más patente de la paradoja que preside la era de AMLO. La 4T ni siquiera se preocupa de ocultar el gran fracaso de los abrazos y no balazos, porque el conformismo es generalizado. A las gentes que dependen de un subsidio, los buenos datos macroeconómicos, un logro sorpresivo pero real de este sexenio, les importan poco menos que un carajo. Lo que les interesa es el exiguo apoyo con el que restan algo de solemnidad a su pobreza.


Así las cosas, y por más que la composición de los respaldos de Claudia, que son los de AMLO, esté conformada por estratos muy pasivos, son sectores que por la misma razón son difíciles de cambiar de orientación. Seguirán consintiendo la situación porque podrán comer los frijoles del bienestar, y como dice el adagio popular, sarna, con gusto, no pica. Admitamos que el gusto es mínimo y que la comezón cada día es más desesperante, pero, ¿alguien ofrece, claro y de frente, algo distinto? La paradójica realidad es que una mayoría otorga su aprobación a la ineficacia total en el combate a su problema y preocupación número uno.



La incómoda verdad es que, como afirmaba Marcellus Wallace en la genial “Pulp Fiction”, no sólo es que México no está bien, es que está a mil jodidas millas de estar bien. Y así va a seguir, porque unos no hacen nada por remediarlo y a muchos parece que les da igual. Entre balazo y balazo, un abrazo.