El fenómeno de la polarización no es nuevo, es quizá una de las características sociológicas más permanentes en México, con algunos picos durante los periodos álgidos de nuestra historia.
Quizá desde el desafuero de AMLO adquirió más fuerza, pero fue en esta pasada elección cuando llegó a niveles tales, que se fracturó el núcleo familiar.

 

Aún así, podríamos decir que la polarización no generaba costos sociales graves, más allá de afectaciones a sus principales protagonistas, tales como comunicadores e influencers de las redes sociales.
Los días recientes nos presentan riesgos graves, de que la polarización escale a niveles de confrontaciones sociales serias.

 

Ante los inminentes recortes de personal en las empresas, y la tozuda negativa de AMLO a apoyarlas difieriendo el pago de impuestos, como se está haciendo en otros países, ha surgido una idea escalofriante: sugerir a los empleadores que despidan a quienes votaron por AMLO, por ser ellos los responsables de las desgracias que padecemos (sic).

 

Esperemos que esa idea no progrese, porque sería el germen de una guerra civil. Es tiempo de unidad, de concordia. Es tiempo de que el campeón de la polarización (AMLO), le baje una rayita.