El pasado 2 de junio se lidiaron tres bueyes (no alcanzó el presupuesto para toros); a pesar de no tener gran fortaleza los bureles PRI, PAN y PRD, el Matador AMLO tomó la previsión de darles, durante la madrugada previa, sendas y salvajes costaleadas, a grado que, cuando salieron al ruedo, apenas se podían tener en pie.
En el graderío de la Gran Plaza México, la parte fifí de la zona de sombra gritaba ¡fraude!, pero en la parte chaira de la zona de sol, coreaban incesantemente “es un honor estar con Obrador”.
PRD fue el primero de la tarde, y después de una faena deslucida rodó patas arriba después de un estoconazo; murió sin pena ni gloria.
PRI y PAN tampoco lucieron, pero en la suerte suprema, a pesar de que el acero se entró en sus carnes como por camino conocido, se amorcillaron, esto es, según la RAE, quedaron haciendo esfuerzos “para mantenerse en pie, abriéndose de patas o buscando apoyo en las tablas”.
En medio del griterío de FRAUDE desde la zona de sombra y es un honor estar con Obrador desde la zona de sol, el juez de plaza decidió regresar al PRI y PAN, amorcillados, a los corrales.
Así como un toro amorcillado, el PRI y el PAN están heridos de muerte, y morirán irremisiblemente, salvo que, por fin, se decidan a practicar la DEMOCRACIA INTERNA, y a tomar en cuenta también a sus simpatizantes.
Si no lo hacen, si no logran mandar al carajo tanto a Marko como a Alito, el descontento de los mexicanos buscará otros cauces que, inevitablemente, ya se están formando.
Salvador Borrego, Ph.D.
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