Un hecho es información menos emoción. Una opinión es información más experiencia. La ignorancia es una opinión carente de información. Y, la estupidez es una opinión que ignora el hecho. – Kyle Creek


Todos hemos tenido alguna vez esa extraña sensación de estar experimentando una situación que ya hemos vivido, una paramnesia definida por Émile Borac como “déjà vu”.


Con la percepción popular sobre AMLO sucede algo parecido, una y otra vez. Sucesivamente sufre un cierto desgaste, más o menos relevante, y acto seguido se recupera para regresar a su situación previa.


Los datos que nos ofrece SABA Consultores esta semana nos confirman que se ha vuelto a replicar ese bucle, y que el presidente de nuevo disfruta de unos valores de aprobación de en torno a los dos tercios de los ciudadanos, esa cómoda velocidad de crucero en la que se instaló y que a muchos hace pensar que no tiene problema alguno. Craso error, como veremos después.


Algo llamativo y sugerente es que, a su vez, en las últimas semanas, también han descendido las antipatías hacia López. Si alguna vez hemos dicho que cundía el desánimo entre sus seguidores, desazón que habitualmente se consuela a base de subsidios, en esta ocasión es interesante comprobar cómo la postración se manifiesta en la vereda de enfrente.


¿Por qué está sucediendo esto? Motivos sobran. No hay un liderazgo potente y efectivo, ni una política coherente de oposición, ni siquiera un proyecto definido que así pudiera llamarse. Para colmo, el abrazo entre MORENA y PRI escenificado por el taimado operador palaciego adán López y el controvertido Alito, ha generado una corriente de desconcierto.


Desde luego, no ha perjudicado al PRI, que lleva más entierros que Melquiades Estrada y, en un déjà vu más, nunca termina de morirse. Ahí están los datos: alertas positivas tras el estrujón mencionado, y serie por encima de su promedio en identificación. No creo que sea una intencionada y genial estrategia política de Moreno Cárdenas, más bien un pacto en lo oscurito en el que el campechano hacía jugada obligada. Pero mal no le ha salido, ni a él ni a su partido.


Eso sí, el pacto parece conllevar un conformismo, que dejaría al otrora partido hegemónico en una mera comparsa de Regeneración Nacional, y entregaría la oposición al inefable PAN y al imprevisible MC. No suman. En cuanto a la suma que concita AMLO, y por ende Morena, sigue avanzando en su reconfiguración.


Las Cartas de Navegación política nos informan de que Andrés Manuel es fuerte entre los de menos estudios, los mayores de 68 años, quienes trabajan en el hogar. Y mejoró entre los hombres, en el sureste… ¡y entre los priístas! pónganle el cascabel a ese gato. En cambio, sigue empeorando en el ámbito urbano, entre los de mediana edad, y también lo hace entre los de más estudios y las mujeres.


Por supuesto, su fortaleza más persistente y perenne son los perceptores de programas sociales, programas cuyo mantenimiento a toda costa está dejando exhaustas las arcas de la federación, a costa, entre otras cosas, de los Estados, sobre todo de los no adeptos, a los que tiene a pan y agua. El problema de AMLO no son los baches pasajeros que siempre supera. es la traición, a ojos vista, de sus principios, o la tradicional pasividad electoral de los sectores que ahora lo respaldan.


Y otro nuevo: su pacto con el ejército se ha visto inesperadamente manchado, y en el peor momento, por las implicaciones del estamento militar en el caso Ayotzinapa. No es la primera vez que se dan casos de corrupción en el ejército mexicano, pero nunca en un contexto en el que gozara de tanto poder.


El problema, por tanto, lo tiene México.