La masa es un monstruo de mil cabezas, pero con muy poco cerebro. – Jesús Quintero


Las recientes filtraciones en las que ha quedado expuesta la defensa nacional, y algunas cuestiones privadas sobre la salud de AMLO, no han afectado al presidente en sus niveles de aprobación.


Según los datos de SABA consultores recabados el pasado lunes, Andrés Manuel mantiene sus datos bastante estables, y de hecho completa una serie por encima de su promedio en ese indicador. Más aún, en el ajuste fino que suponen las calificaciones, recibe una advertencia positiva y también completa una serie arriba de su media. Lo propio sucede en las calificaciones altas.


Los segmentos de población que favorecieron dichos avisos, y que por tanto se deben interpretar como quienes más activamente están respaldando a AMLO en este momento, son los de más edad, los de menos estudios, en algún caso los de ingresos entre 5000 y 8500 pesos, y en todos, sin excepción, quienes perciben apoyos sociales del gobierno.


En el lado opuesto, quienes menos lo respaldan, tenemos a los que poseen licenciatura, a los de entre doce y quince años de estudios, quienes trabajan fuera, los de mediana edad, y en algún caso la clase media. Pero, sin excepción también, en todos los antihipocentros aparecen quienes no perciben los mencionados subsidios.


Hace mucho tiempo que sabemos, por más que resulte una verdad incómoda para algunos, que la única fortaleza sólida que permanece en los apoyos del presidente es el estrato de los perceptores de ayudas sociales.


En esta ocasión, en la que no sólo la opinión publicada ha estado muy centrada en las filtraciones de Guacamayas Hackers, sino también los ciudadanos, como demuestra el “Top of mind”, había expectativa por ver en qué medida dichas revelaciones habían afectado la imagen de Andrés Manuel. Lo más llamativo y sugerente es que, coincidiendo con ello, se detecta en los datos una muy fuerte inyección de dinero destinado a apoyos sociales, que ha generado una alerta en ese indicador que prácticamente iguala el valor máximo desde el inicio del sexenio. Es decir, lo que parece es que ha habido una reacción de la 4t para, mediante la compra de voluntades, hacer control de daños.


Esta evidencia, que se repite una y otra vez, genera abundantes incógnitas: La primera, como siempre, es hasta dónde pueden soportar los recursos públicos tal gasto, y a costa de qué se está haciendo. Otra más es en qué situación se va a ver el sucesor de AMLO, que ya no contará con su carisma, y probablemente tampoco con tales recursos, pues no son inagotables.


Podemos añadir que esta política de clientelismo, implantada por el antiguo PRI pero no caso aislado en Latinoamérica, no es para quienes la adoptan ni mucho menos un medio de obtención de justicia social, sino como está más que demostrado un fin en sí mismo. Se trata de conseguir que una mayoría de la población viva dependiente del sistema, y en consecuencia el gobernante se perpetúe en el poder. hace décadas que los sociólogos lo denominaron el “pacto de dominación”. dinero a cambio de votos. Además, y regresando al hackeo de Guacamayas, lo más inquietante que se ha dado a conocer es la profunda penetración del ejército en todos los aspectos de la vida pública, incluyendo el espionaje a activistas, periodistas, diputados, senadores y gobernadores.


No nos quedemos en la anécdota. Una población cada vez más dependiente y un ejército manejando hilos que no le corresponden y con tal protagonismo en el poder, sitúa a México en el umbral de un “golpe blando”, que modifique radicalmente su sistema de gobierno.


Aguas, que no es cosa menor. está pasando.