Cuando en el 2006 escribí el libro “Crónica de una Sucesión Presidencial”, que narra el proceso electoral desde el 2003 hasta su culminación, expliqué con mucho detalle mis Monitoreos y Cartas de Navegación Política.

 

Entre lo más interesante, fue la explicación de porqué llamé Carta de Navegación Política al documento que muestra la evolución de fortalezas y debilidades en los distintos sectores sociales.  La similitud entre aquello que ofrecía a los políticos para conducirse en sus acciones y discursos, y lo que una Carta Náutica ofrece al capitán de un barco era impresionante.

 

Adicionalmente, cuando leí la fascinante historia del Maestro Cartógrafo Abraham Cresques, me Identifiqué mucho con él en mi actividad profesional. Los cartógrafos de entonces trabajaban directamente para reyes y príncipes; así como yo trabajo para presidentes, gobernadores, alcaldes y empresarios de alta jerarquía, lo más parecido en tiempos actuales a la realeza del siglo XIV.

 

La terminología Cartas de Navegación, Bitácora de avances y retrocesos y otros términos, tienen su origen conceptual en la navegación marítima. Cuando le pedí a Adolfo González, español (porque en México la intelectualidad se rehúsa a salir de la zona de confort de las encuestas), utilizó otro término marino, “Sextante”, como título para sus textos.

 

Y ahora que, temporalmente, nos quedamos sin información, le ha dado a sus textos el título de “A estima”, que es justo cuando se navega sin instrumentos, a la buena de Dios, lo que según nos dice el propio Adolfo, los marinos llaman “Punto de fantasía”. Yo lo llamaría “Ad chillum”, para significar “Al chile”, aunque en latín significa “para relajarse”, en un claro contrasentido, porque navegar A Estima es como para traer los pelos de punta.

 

Lo más curioso es que casi el 100% de los candidatos y gobernantes navegan A Estima, al chile, sin una guía confiable (¡usan encuestas!), relajados, confiados en que van con madre; sin advertir los riesgos que, de advertirlos y atenderlos, les podrían significar el tesoro de su mejoría o fortalecimiento, y la casi garantía de éxito en la siguiente elección (la mejor campaña es hacer bien la encomienda actual).

 

Salvador Borrego, Ph.D.
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