¿Qué tiempos son estos, en los que hay que salir a defender lo obvio? – Bertolt Brecht
Es claro que el hecho político central de la última semana ha sido la marcha contra la reforma del INE convocada el domingo. Y no solo eso, sino que además ha concitado una atención en los ciudadanos verdaderamente fuera de lo común en asuntos como este, y así lo confirman de forma diáfana los datos de SABA Consultores recabados el pasado lunes.
Más de la quinta parte de la población consideró el caso del INE (y, por ende, la marcha, la expresión popular de la controversia) como el acontecimiento más destacado de estos días. Es muy excepcional que ningún acontecimiento puntual sobrepase en menciones a las habituales sobre la seguridad pública, y en esta ocasión ha sucedido. Y he dicho expresión popular refiriéndome a la marcha, porque, por más que AMLO insulte y descalifique, quienes marcharon el domingo también forman parte, y no menor, del pueblo mexicano.
Después veremos cómo ha afectado la cuestión al presidente. Pero vaya por delante que su reacción y manejo del asunto ha mostrado lo que para muchos es su verdadera cara: El insulto, la descalificación, el conmigo o contra mí. Solo por esa actitud cabe la sospecha de que la reforma del INE va más encaminada a liquidar su autonomía, y en consecuencia desaparecer un órgano de control, que ha generar un sistema electoral más eficiente.
En todo caso, es muy triste que la defensa de su reforma se basó, antes y después de la marcha, en una inmensa falacia ad hominem. Es decir, la descalificación del movimiento en función de sus participantes, no de su contenido. Como poco, una grosería intelectual.
El éxito de la marcha es incontestable, responder con descalificaciones de ese tipo denota un profundo desprecio por quienes piensan diferente, y una evidente voluntad de no gobernar para todos, defecto capital en un dirigente que se dice conductor de un pueblo.
Nadie está a salvo de los ataques del presidente, que además está muy cómodo en ese contexto: reducir la oposición a un elemento simbólico, sin posibilidades de alternancia. De ese modo se convierte en un instrumento útil, pues encarna lo que antaño englobaba los “enemigos de la Revolución”, ahora los “adversarios, fifís, corruptazos, conservadores…”. La oposición, por su parte, ayuna de liderazgo, haría bien en aglutinar movimientos como el del domingo, pero seguimos sin detectar figura alguna capaz de hacerlo.
Como AMLO la vio venir, aumentó significativamente los apoyos sociales, como registra el indicador correspondiente. Lo hace porque le ha funcionado hasta ahora, pero hasta cuándo, a costa de qué. Ya hay quienes los reciben y no le aprueban, quienes ni cobrando pasan por el aro de sus caprichos. Así lo afirman los números.
En esta ocasión es indudable que el caso INE le ha afectado, en especial en términos de desaprobación, y en la calificación media, que registra advertencia negativa impulsada por otro aviso del mismo signo en las calificaciones bajas. Es decir, la actitud presidencial ha activado y movilizado a los ciudadanos opositores, como demuestra también la vigorosísima alerta negativa en el indicador de quienes consideran a AMLO el peor político.
Sin embargo, la ciudadanía corre también el riesgo de agitar un movimiento ad hominem, es decir, exclusivamente contra López obrador, pero vacío de contenidos. Harían bien los eventuales líderes en recordar la gran lacra, que una y otra vez azota México de forma inmisericorde, y que es lo que permanentemente preocupa a los ciudadanos: la inseguridad y la violencia. De eso sí que nadie está a salvo, y quien tenga el valor de agarrar ese toro por los cuernos, podrá decir que es alternativa de gobierno.
Amigos, esa es la piedra filosofal. ¿Surgirá un jefe dispuesto a arriesgar su vida por la Nación?
Anexo el monitoreo nacional de saba consultores:
Monitoreo Nacional 15/11/2022
https://youtu.be/0yqpliyaB28
1. El INE es el tema
2. La aprobación a AMLO no se deteriora, pero la calificación promedio sí
3. Corre más dinero de los programas sociales
4. Sube % de quienes consideran a AMLO el peor político