Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política. – Claude Lévi-Strauss.
Recién dados a conocer los problemas de salud de AMLO, se recabaron los datos de SABA Consultores sobre la opinión pública nacional el pasado lunes. Y la primera conclusión es que la noticia tuvo efectos benéficos en los ya de por si amables datos sobre el presidente. Así lo indican los avisos favorables generalizados, si tenemos además en cuenta que el asunto dominante en el “Top of mind” de acontecimientos fue precisamente “el presidente tiene Covid”. Esto da por buena la explicación oficial, y en mi opinión así debe ser, más allá de la infinidad de rumores que circularon sobre dolencias más graves. Esta rumorología guarda mucha relación con ciertos mitos sobre la figura presidencial que perviven, como tantos otros, en el imaginario colectivo. Volveremos sobre ello. En primer término, lo que hay que destacar es ese avance general en la aprobación, y sobre todo en la calificación, de López Obrador, y dentro de eso un detalle que no hay que soslayar. Como siempre, quienes perciben apoyos figuran en todos los hipocentros de los avisos. Pero los de menos ingresos, y no es la primera vez, aparecen entre los que menos favorecieron las advertencias positivas en las calificaciones.
Es este otro mito que agita con frecuencia el Presidente: los pobres. Recuerda también, por supuesto, tiempos pasados, pero la realidad es que estos sectores sociales no se distinguen por su entusiasmo en la actividad política. Así lo demuestran las Cartas de Navegación Política, donde los sectores de menos ingresos son, en conjunto, indiferentes, tanto en la aprobación como en las calificaciones altas. Las CNP, además, siguen confirmando el largo proceso de recomposición de los respaldos de AMLO, que claramente ha perdido a las capas con más estudios o ingresos, además de retroceder una vez más en Ciudad de México, el Occidente o los desempleados. A cambio, avanza entre los mayores y los de menos estudios, pero sus únicas fortalezas sólidas siguen siendo el Sureste y, desde luego, los perceptores de programas sociales. Se desmiente así la leyenda, propagada desde la 4T, de que los pobres son su fuerza. El respaldo de la intelectualidad, que sí fue cierto, lo ha perdido hace tiempo, por lo que su potencia sigue residiendo en el reparto de dinero, al más puro estilo del antiguo PRI. No es de extrañar que no sepa de dónde sacar la lana: los fideicomisos, el INE, el INAI, la venta del avión. O el vergonzoso desabasto de medicamentos, mientras se promete superar el sistema de salud de Dinamarca. Como se dice en Hamlet, algo huele a podrido, y no es precisamente en el país nórdico.
En este mundo mitológico se mueve Andrés Manuel, y este será el legado de quien le suceda. Él, por su parte, gestiona la herencia de un sistema anacrónico, sabiendo que no desapareció con la alternancia de 2000, y que en todo está intentando reforzar. Una Constitución de hace 100 años tuvo buenos motivos para un enorme refuerzo del poder ejecutivo, y AMLO quiere derribar cuantos contrapesos, poco a poco, han ido implementando las sucesivas reformas para limitar ese poder. Es un camino regresivo. Y uno de los mitos de esa herencia en el pensamiento colectivo es precisamente el concepto caudillista de la presidencia, y una suerte de temor reverencial ante cualquier vicisitud por la que pase el Presidente en turno. De ahí que los sentimientos dominantes de los mexicanos ante la enfermedad de AMLO sean la incertidumbre, la inseguridad, o el miedo. Las instituciones deberían estar por encima de los individuos en un Estado de Derecho, pero la mitología de un sistema autoritario y corrupto sigue siendo la herencia que gestiona, muy a su gusto, la 4T. No en vano Andrés Manuel fue alumno aventajado del PRI más conspicuo de los años 70. Ahí se maneja como nadie.
Monitoreo Nacional 24/04/2023