Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque sea justa. – Charles Louis de Secondal, barón de Montesquieu.


Los datos de SABA Consultores del pasado lunes nos informan de un panorama aparentemente tranquilo para AMLO, que sin embargo no lo es tanto. La estabilidad en aprobación puede inducir a no tener en cuenta la tendencia a la baja en sus calificaciones altas y en el indicador de mejores políticos, lo cual, traducido, es una vez más un aumento del desengaño. De hecho, desde el informe de septiembre, sin prisa, pero sin pausa, las cosas van a peor. Le está costando al presidente mantenerse, y eso a pesar de la nueva inyección de recursos en apoyos sociales, mecanismo que cada vez con más frecuencia está demostrando perder la efectividad que le ha caracterizado durante lo que va de sexenio. Otra táctica habitual, que hace de cortina de humo, también se ha puesto en práctica: agitar el enemigo exterior. Sea volviendo a reclamar las disculpas de España, sea acusando a Biden de intromisión en la política interna mexicana. Y es que hasta el anciano del norte ha mostrado su preocupación por el carácter dudoso de la reforma electoral, cuya controversia no es más que la pugna por controlar los comicios, que es lo mismo que controlar quién saldrá elegido. Tal preocupación por desarmar al INE, sabiendo el amplio respaldo del que aún goza el presidente, ya de por sí indica que en el seno de la 4T piensan que algo puede no tan bien como parece. Y es que esto no va de cómo se empieza, sino de cómo se acaba, y en Morena lo saben.


Porque el quid de la cuestión de las últimas semanas, y así lo afirman los ciudadanos, es el INE. Que, por cierto, registra en esta medición advertencia favorable en aprobación y alerta positiva en desaprobación, justo cuando más está siendo atacado. El aderezo a ese plato principal ha sido el atentado contra Ciro Gómez Leyva, también en el primer plano del pensamiento ciudadano, que no ha picado el anzuelo conspirativo a ese respecto que le puso el presidente en la mañanera. Con gran irresponsabilidad, por cierto, en un momento en que México es uno de los países más inseguros del mundo para ejercer el periodismo. Pero no es nada nuevo: el fanatismo de la 4T busca algo tan viejo como el sol, y no es más que el aislamiento del disidente, del diferente, el señalamiento del que opina distinto. Sin embargo, el gobierno de López Obrador, igual que cuando llegó al poder, sigue instalado en la gran paradoja de ser venerado y aprobado por una mayoría, sin que esa mayoría esté de acuerdo con muchas de sus decisiones, como prueba, una vez más, la actual opinión sobre el INE. En el lado de enfrente, muchos esperan el detonante del desplome de AMLO, pero el caso es que, instalado en esa paradoja, ese hundimiento no llega, porque nadie es capaz de hacer ver al pueblo la desnudez del rey. No hay un líder que señale las promesas fallidas. Se mintió, se robó, se traicionó, y para colmo, aumento la corrupción.


En lo que se refiere a la reforma electoral, estaremos al pendiente de la Suprema Corte. Es conocida una anécdota histórica según la cual, en 1747, a raíz de un pleito entre Federico II de Prusia y un sencillo molinero. Al parecer, el monarca pretendía expropiar el molino de su súbdito, pero un recurso de este generó una orden judicial prohibiendo tal expropiación. El rey, en lugar de montar en cólera, afirmó: “me alegra saber que aún quedan jueces honestos en Berlín”. Esa expresión se utiliza desde entonces para hacer referencia a la preeminencia del judicial sobre el ejecutivo. De verse en tal situación, mucho es de temer que AMLO no reaccione con la misma templanza que Federico el Grande. ¿Quedarán en la Suprema Corte mexicana jueces honestos e independientes que no se plieguen a las presiones de la 4T para sacar adelante el plan B, el C, o el que toque en turno, de la reforma electoral?

 

Monitoreo Nacional 20/12/2022

https://youtu.be/XNGBEOmGko0