La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa. – Marco Aurelio Almazán.



Andan revueltos algunos aspirantes a suceder a AMLO. A las quejas de Monreal se acaba de unir Marcelo Ebrard, que a través de su entorno ha filtrado sentir que el enemigo de su carrera hacia la Presidencia está dentro de su propio partido. Y eso que los datos de SABA Consultores del pasado día 25 consolidan su posición entre los seguidores de Morena como favorito destacado para encabezar esa candidatura, completando una serie por encima de su promedio y rozando el aviso positivo. Una alerta de ese mismo signo hubiera recibido en el “Top of mind” de candidatos, de no ser porque precisamente la semana pasada terminó otra serie que mejoraba su media y se han recalculado al alza sus límites de control. Como resultado de ello y de su evolución en intención de voto, Ebrard vencería con solvencia a Colosio, que es en el lado de la oposición el que despierta por ahora más simpatías. Y lo haría tanto si el PRI presenta candidato como si Luis Donaldo concurre en coalición con el tricolor.

Todo indica que, si el sistema de designación se ajusta a la realidad, la pelea es cosa de dos, aunque Claudia se esté quedando algo descolgada. Porque Monreal y Adán Augusto sí que andan bien rezagados en cuanto al favor del público. Lo llamativo es que el más descarrilado, que es Ricardo, y el mejor posicionado, que es Marcelo, se quejen de lo mismo, un presunto favoritismo que viene de dentro, que es igual que decir que procede del gran jefe Andrés Manuel. El presidente nunca ocultó sus simpatías por Sheinbaum, y la posición de Adán Augusto tiene todos los rasgos de la de un outsider que espera su momento. Si el río suena, probablemente es porque agua lleva, y muchas pueden ser las razones para que desde el entorno del presidente quieran frenar las tempranas ambiciones de Ebrard. Pero lo que pase por la mente del de Tabasco pertenece al mundo de los arcanos.

Lo que sí es claro es que Andrés Manuel no pasa por su mejor momento, aun cuando conserve el respaldo de un 60 por ciento de aprobación. Esto se debe a que el desgaste descrito la pasada semana, que no es grave pero sí consistente, se confirma plenamente en este monitoreo. Además, el presidente recibe una alerta negativa en el rubro de peores políticos, y entre quienes la favorecen se encuentran los habitantes de Ciudad de México, cuyo peso demográfico y sociológico no hay que resaltar, por razones obvias. No es la primera vez que le sucede, y de hecho forma parte de la reconfiguración de sus respaldos, muy diferentes a los que lo llevaron al Palacio Nacional. Hace mucho que lo sostienen los perceptores de apoyos sociales, cuyo aumento reciente no ha servido esta vez para evitar el desgaste. Digamos que, para encarar la fase final de su mandato y su sucesión, se sabe más vulnerable de lo habitual, y esto lo pone nervioso. Igual que la pérdida de protagonismo: eso sí que no lo soporta.


Que Marcelo Ebrard es, no solo el favorito de los ciudadanos, sino probablemente el candidato que reúne el espectro más amplio de la población, y por tanto el más cualificado, es hoy en día una realidad. Pero valga una reflexión. Si la Cuarta Transformación consistía en que el regreso al poder del viejo PRI, a través de quien fuera el segundo de a bordo de Camacho Solís, se viera como un mal menor, este era un viaje para el que no hacían falta tantas alforjas. Queda por ver si el favorito de la gente es el mismo que el de López Obrador, que ya sabemos que no lleva bien que las preferencias populares no coincidan con las suyas. Y otra cosa más: le suceda quien le suceda, ya veremos cómo se encuentra las arcas de la Federación. Mantener los sueldos de un ejército de conformistas no sale nada barato.