“Juez que ha sido delincuente, ¡qué fácilmente perdona!”

 

Calderón de la Barca

 

Apenas hablábamos la pasada semana de ciertos visitantes, cuando nos hemos encontrado estos días con un convidado de más fuste. Un turista repentino que se ha sumado a la fiesta para convertir la cumbre del CELAC, definitivamente, en uno de los acontecimientos más relevantes que los ciudadanos han tenido presentes en los días pasados. Así lo confirman los datos de la medición de SABA Consultores correspondiente a ayer lunes, donde dicha cumbre, junto con el Covid19, acaparan la atención. El huésped en cuestión no es otro, como supondrán, que Nicolás Maduro. Parece que el objetivo del organizador de adquirir protagonismo se ha alcanzado de sobra, aunque haya sido a costa de echarle el brazo por el hombro a lo mejor de cada casa y cada familia. La mala jugada del PAN con Abascal, si como tal la queremos ver, ha quedado chiquita, chiquita, al lado de las amistades que se está procurando Andrés Manuel. Los líderes de las dictaduras más relevantes de América, que vienen, comen, y además se quedan.

 

En cuanto al resto de los datos que nos proporciona SABA Consultores, lo anterior, aparte de su presencia en el “Top of mind”, no parece haber producido alteraciones de relieve. AMLO continúa estable en aprobación, como es habitual, y su calificación también evoluciona dentro de sus promedios. Recibe, eso sí, una vigorosa alerta positiva en el “Top of mind” de candidatos a la presidencia, favorecida por obreros, los de estudios entre 12 y 15 años, y quienes habitan en Chiapas, entre otros. Completa, además, en ese indicador, una serie por encima de la media, favorecida esta por un amplio repertorio de sectores, entre los que puede llamar más la atención que estén los empresarios. Quién sabe las razones que tengan estas buenas gentes para desear que AMLO repita mandato. De momento, lo impide la Constitución. En materia de los posibles sucesores que no infringirían la carta magna, seguimos igual: Claudia Sheinbaum en ceros, y Marcelo relamiéndose.

 

Así las cosas, da la impresión de que la vida sigue igual, como en la canción de Julio Iglesias. Se avecinan las tomas de posesión de los elegidos en los comicios de junio, entre lamentos y disculpas de quienes se van y alguna que otra salida de tono de los que llegan, muchos de ellos en las mismas circunstancias en que arribaron los que ahora se marchan contritos y alicaídos. En todo caso, con mucho menos ruido que en la primera mitad del año, en la que estaban en juego un buen número de poltronas. Se contaba en mi ciudad natal que, en la plaza principal, había un gran árbol en los años 30 del pasado siglo al que popularmente se conocía como “árbol de los políticos”. El acervo popular lo bautizó de tal modo porque los numerosos pájaros que en el pernoctaban eran sumamente ruidosos en tanto agarraban lugar. Después, una vez asentados, se dedicaban mayormente a cagarse en cuantos estaban debajo. Siempre me pareció una historia muy ilustrativa.

 

Y, en este panorama de estabilidad, no está de más detenerse en un indicador que, precisamente por estable, está llegando a pasar desapercibido. Se trata del problema más notorio que perciben los ciudadanos, el cual, desde que yo conozco las mediciones de SABA, y sospecho que mucho antes, es la inseguridad ciudadana. Lleva, eso sí, cuestión de año y medio en el que ha perdido protagonismo con la aparición del Covid, lo cual no impide, una semana sí y otra también, que permanezca como la inquietud número uno de los mexicanos, sea a nivel nacional, o a nivel de cualquier estado. Tenía yo la convicción de que este tema, desbocado tras los gobiernos panistas y el de EPN, iba a ser la verdadera vara de medir de la administración de López Obrador. La realidad es muy otra: la inseguridad sigue a todo lo que da, pero nadie le reclama al presidente sus resultados en lo que, según insisten pertinazmente los datos, es el gran encargo que le hace el pueblo mexicano. Una demanda no satisfecha de la que nadie pide cuentas, incluyendo a la oposición.

 

Hace pocos días se ha publicado la lista de la UE de los niveles de peligrosidad de los países del mundo. México ha tenido el dudoso honor de unirse a Colombia, Nicaragua, Guatemala, Honduras y El Salvador en el grupo de naciones americanas con la vitola de “Se recomienda viajar con extrema precaución y abstenerse de hacerlo por determinadas zonas”. Este grupo sólo es superado, en América, por Venezuela. Quizá el amigo Nicolás pueda explicarle a su homólogo Andrés Manuel la manera de igualarlo en tal marca. Y, mientras nos siguen haciendo juegos de manos con las dudosas compañías, y orientando la política exterior hacia una especie de “frente populista” (y descuidando, de paso, la relación comercial con los socios del norte), saltan noticias como las graves deficiencias en las investigaciones sobre feminicidios, o asistimos a escaladas de violencia del narco como la de Guanajuato.

 

Es claro que lo que realmente importa más a los ciudadanos mexicanos es la seguridad ciudadana, y en ello insisten hasta la saciedad. Pero ni la 4T muestra capacidad, ni aparecen alternativas con soluciones razonables. Por eso viene al caso la cita que antecede al texto, porque a esta hora, y aunque AMLO lo vendió como la panacea, el bálsamo de Fierabrás que todo lo curaría, todavía no he visto condena relevante alguna por corrupción. A pesar de la grandilocuencia con que nos presentan los procesos, conducidos por los mismos perros con distinto collar. Qué decir del narco, que campa por sus respetos más que nunca, o de la delincuencia común, a la vuelta de la casa de usted, estimado lector. La gran petición de los mexicanos es un México seguro, y no, y nunca lo fue, la lucha contra la corrupción. La violencia y la inseguridad son lo que más preocupa a la gente común, no así a la 4T. No miren el escenario, miren entre bambalinas, y verán lo mal que pinta el horizonte.