Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra. – Francisco de Quevedo


Más vale que, quien todavía no la haya hecho, se vaya acostumbrando al nuevo paradigma que preside la política mexicana. El que suscribe ya lo lleva advirtiendo hace tiempo. No se trata de la defunción del PRI, que ya acumula más entierros que Melquíades Estrada. Se trata de la redefinición del sistema de partido hegemónico, que al menos en este momento, y desde luego para la elección de 2024, pertenece al Movimiento de Regeneración Nacional. Ya habrá tiempo de plantear alternativas, quien quiera o pueda hacerlo, pero negar tal evidencia es un ejercicio incluso de irresponsabilidad política. Ahora lo que toca es intentar intuir lo que, desde dentro de Morena, sea lo mejor para México, si es que existe alguna posibilidad de que los deseos de AMLO no sean los que se impongan, y lo haga, en cambio, el buen juicio. Si Morena, como formación política, creada a imagen y semejanza de López Obrador, sobrevive después a su ausencia, será harina de otro costal. Y también veremos si, para mantenerse en el poder, sufre sucesivas transformaciones en función de quien detente el sillón presidencial, como en su día hizo el PRI. Lo que haga mientras tanto el tricolor, posibles resurrecciones incluidas, es ahora irrelevante. Lo que está en juego es que, ante el evidente continuismo del entramado que hoy posee el poder, este sea utilizado de la mejor forma, o de la menos mala.


Los datos de SABA Consultores del pasado lunes confirman el repunte, iniciado hace tres semanas, de la imagen de AMLO, que se refleja sobre todo en el dato más duro, que es el de la calificación media. Aquí enlaza tres avisos favorables consecutivos, propiciados por los jubilados, quienes lo aprueban, y los perceptores de apoyos sociales. Ojo en esto último, porque hay que constatar algo: esta mejoría no guarda la correlación habitual con las dádivas, que en estas semanas se han minorado. Se trata seguramente de una excepción, y haría mucho sentido pensar que se debe al resultado del esfuerzo propagandístico que de por sí supone el período electoral. Máxime con el resonante triunfo en Estado de México de la maestra Delfina, que por otra parte cabía esperar. Dicha influencia la prueba el “Top of mind” de acontecimientos, donde, entre las menciones tristemente habituales a la inseguridad y la delincuencia, aparecen las elecciones en general, y la victoria de la maestra en particular. Cuando pase la cruda por este triunfo, es muy posible que se vuelva a invertir en los pobres, como le gusta decir al presidente que es apuesta segura. Lo aprendió en la escuelita de Echeverría y López Portillo. Lo que no aprendió, y tampoco ellos, es qué hacer cuando se acaba la lana. Ese es un horizonte, igual que el de la violencia, que olvidamos con frecuencia porque el primer plano lo ocupa la pugna política. Pero será determinante para quien venga.


Así que, desengáñense movimientos cívicos, líderes dizque opositores y demás facciones, camarillas y banderías. Esta es la nueva normalidad política en México y el futuro se jugará exclusivamente entre los de adentro. Y no será elección baladí. Los dos favoritos, Marcelo y Claudia, Claudia y Marcelo, siguen en empate técnico, con cierta tendencia a mejoría de Ebrard en los últimos datos. El canciller anunció, a la hora de escribir estas líneas, que desatará las hostilidades en breve renunciando a su puesto, con lo que parece tomar la iniciativa. También parece que Sheinbaum representa la continuidad y Ebrard, tal vez, un cierto regreso a la política de corte más racional y menos populista. Norma Piña, por cierto, dio en el clavo hace pocos días: popularidad no es necesariamente legitimidad. De modo que no tengan sueños guajiros, así están las reglas del juego. No lo puedo decir más claro y, como decía Jacques Lacan, debe ser horrible leerme y no entenderme.

 

Monitoreo Nacional 06/06/2023