Incertidumbre.
La incertidumbre, como la variación, es cosa fea; no quisiéramos que ni una ni la otra fueran parte de nuestras vidas, en ninguno de los ámbitos. En la vida afectiva o laboral apreciamos las certezas, la uniformidad en el trato. No vivir con la angustia de estar a la expectativa del estado de humor con que llegó el jefe o despertó la pareja.
Pues bien, lo que vivimos estos días en México es un tiempo de angustiosa incertidumbre, como consecuencia del estado de salud de AMLO. Veamos:
¿Estamos ciertos de que está enfermo? No. Suponiendo que está enfermo. ¿Estamos ciertos de que es Covid? No. ¿Estamos ciertos de que, como ha corrido en redes, sufrió un derrame cerebral? No. ¿Le creemos a Hugo López-Gatell sus partes médicos sobre AMLO? No.
Es claro que los seguidores de AMLO dirán que sí está enfermo de Covid y que está casi asintomático como dice Huguito, pero lo de ellos no es ni certeza ni confianza: ¡es fe!
De modo que en la incertidumbre andamos; cosa fea que sin embargo es condición de vida; nunca tenemos certezas ni siquiera de terminar el día con vida, pero hemos aprendido a vivir con la fantasía de tener certezas (todos los candidatos están convencidos de que ganarán su elección, je je).
Pues bien compañeros, ese par de cosas feas, la incertidumbre y la variación, son justo el quehacer de la ciencia estadística. Concentrémonos en la incertidumbre.
El primer reto es medirla, porque de ello depende el peso probabilístico de los futuros posibles. Como por ejemplo que gane Morena en las elecciones de junio, o que se desate una guerra intestina en Morena para tomar el control político, ante la ausencia por incapacidad física o mental de AMLO.
Para acabarla de amolar, la única forma, en las condiciones actuales, de medir la incertidumbre respecto del estado de salud de AMLO, es de manera subjetiva, como lo hacen los médicos respecto del riesgo de una operación, o los que establecen los momios para una pelea de box.
Se asigna una probabilidad de forma subjetiva por introspección, y es claro que depende de la información y experiencia de quienes la asignan, y en este caso de sus deseos, confesables o no. Dicho de otro modo, a la incertidumbre se suma un enjambre de temores, anhelos, sueños, venganzas y maldiciones, que a cada quien le genera expectativas esperanzadoras. Huelga decir que vivimos una calma chicha, que pudiera presagiar una gran tormenta nacional.
Ojalá se disipen estos nubarrones, y por el bien de México pronto reaparezca AMLO recuperado a cabalidad de su salud; y ojalá que también, como consecuencia de la experiencia que vive, se recupere también de los resentimientos que han marcado su gestión polarizante.
¡Hasta la próxima!
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