¡El que pierde la vergüenza, no sabe lo que gana!


El título de este dixit, se le atribuye a una gentil y valerosa mujer neolonesa, que fue hace algunas décadas nuestra primera dama en Nuevo León; es una frase que desde hace semanas martillea en mi mente, ante los múltiples actos de desvergüenza que han caracterizado a AMLO y sus colaboradores, pero que ahora alcanza un valor máximo (habrá otros), con la desfachatez que han mantenido a Yasmín Esquivel en la SCJN.


En verdad que da mucha hueva, en este gobierno, entrar a discutir en específico los temas, ante la obviedad sobre dónde está la razón, la buena fe o la justicia; y poco sentido hace desgastarse en ello; dicho esto desde la perspectiva que me corresponde como observador. Menos sentido aún hace que los opositores formales (partidos) e informales (sociedad civil), se enreden en estos temas. Lo único que consiguen es encapsularse más y encapsular más a los seguidores de AMLO y Morena, al favorecer el esquema de polarización que siempre beneficia al que controla el polo más grande, en este caso a AMLO. Dicho de otro modo, Denise Dresser, Lily Téllez, y otros, son aliados involuntarios de AMLO y Morena.


El problema actual no es de razón o de justicia, sino de fuerza, de poder, y quien hoy por hoy lo tiene en mayor medida es AMLO, y ni siquiera cuida las formas para hacer ostentación de él. Por supuesto que las oposiciones también tienen algún poder, y eventualmente aliados poderosos que hoy juegan discretamente, atendiendo primordialmente a sus propios intereses, razón por la cual más que oportunidad para conseguir un mejor México, yo lo vería como un riesgo de la meritita chingada.


Lo venturoso es que todavía nos movemos en un contexto relativamente democrático, en mucho porque, a pesar de todo, el poder de AMLO tiene sus límites, y se revuelca cotidianamente por pretender que sus maldades son bondades, que sus yerros son aciertos, que sus fracasos son éxitos y que sus pendejadas son genialidades, ¡ah! Y que es respetuoso de las leyes y de la democracia.


Pues bien compañeros, el problema es de fuerza, y por lo anterior, todavía es la fuerza ciudadana, la fuerza del voto, la que podría acortar la espera de ese momento, que hoy señala Enrique Krauze, cuando habrá de iniciar la reconstrucción de este sufrido México, reconstrucción que Krauze no especifica, por elegancia o por culey, que habremos de hacer cuando llegue el momento de que nos liberemos de las locuras de AMLO, y tengamos que atender el pinche desmadre que ya tiene y que nos va a dejar.


El momento podría ser el 2024, pero no se ve nada fácil. Algo sin embargo se podría hacer, pero para ello las oposiciones tendrían que entender algunas cosas como las siguientes:

 

  1. Que deben abandonar la beligerancia y el insulto para confrontar a AMLO y a sus seguidores (lo que hacen con Citlalli Hernández es un exceso).
  2. Se debe ser muy firme y contundente en los temas donde hay desacuerdo, pero reconociendo como bueno al menos las intenciones de AMLO, y siempre con ánimo sereno.
  3. Se debe notificar a los exaltados que tenemos claro que, aunque quizá involuntariamente, son aliados de AMLO y Morena.
  4. Quitarle mucho la atención a AMLO, y ponerla más en buscar cómo explicarle a la gente más pobre del país, la que sobrevive gracias a los programas asistenciales de AMLO, que no deben sentir temor porque pierda Morena, que ellos, los más pobres, seguirán recibiendo apoyo, y que en caso de que nos liberemos de AMLO, no será a costa de que no tengan medicamentos, estancias infantiles, atención médica y apoyos cuando se presenten fenómenos naturales como sismos o huracanes.
  5. Es muy importante explicarles que, aunque la intención de AMLO podría ser buena, los malandros no entienden con abrazos, y que por eso sufren ellos, más que nadie, el drama de la inseguridad pública.
  6. En resumen, los esfuerzos deben orientarse no a convencer a los que ya están convencidos, sino en cruzar la línea, y tratar de convencer, con buenos modos y razones, a los mexicanos más pobres, sin insultarlos.
  7. Si se logra que AMLO se quede solo con sus pinches locos, con los cuales no debemos discutir, solo tirarlos a león o madrearlos, quedará en una condición de fuerza más manejable.

 


Debo decir, compañeros, que me encuentro también, como Javier Livas, entre los incomprendidos e ignorados, según su último texto en El Norte, pero que a diferencia de él no me considero un luchador social, sino solo un pobre borreguito que habita en la serranía, con un pecaminoso hedonismo que está consciente y lo disfruta, que es casi tan difícil que mis sugerencias sean tomadas en cuenta por las oposiciones, a que AMLO de pronto recupere la cordura.


Sin embargo, tengo la esperanza de que después del 24, aún ganando MORENA, recuperemos al menos la racionalidad, y que ese momento de la reconstrucción inicie, aunque MORENA siga gobernando. Ustedes dirán que soy un soñador, pero no soy el único, como diría John Lennon.


PD. Este artículo lo escribí ayer domingo por la mañana; lo publiqué en mi muro de Facebook y hoy lunes me encuentro con un artículo muy coincidente en Reforma/Norte, de Jesús Silva-Herzog, donde describe el liderazgo de Jacinta Arden, primera ministra de Nueva Zelanda. Estimulante saber que este tipo de liderazgos son posibles en este mundo polarizado.


Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.