Nuestro Herodes macuspano.

 

“Tenemos que correr ciertos riesgos, como todo en la vida”; “tenemos que enfrentar las adversidades”. Son éstas, quizá las dos frases más terribles que perseguirán a AMLO hasta el infierno.

 

Es legítimo correr riesgos, siempre y cuando se cumplan las siguientes condiciones:

  1. Que sean riesgos que decidimos por nosotros mismos.
  2. Que seamos nosotros, fundamentalmente, quienes paguemos las consecuencias del mal a que nos arriesgamos en caso de realizarse.

 

El tema en cuestión es el regreso a clases presenciales de nuestros niños, y es claro que ninguna de las condiciones anteriores se cumple.

 

Es claro que todo en la vida son riesgos, y que vivir, de algún modo, es decidir qué riesgos tomar a pecho abierto, como cuando se trata de defender a nuestros seres queridos; qué riesgos asumir tomando todas las previsiones a nuestro alcance, como cuando nos ajustamos el cinturón de seguridad al conducir un automóvil y qué riesgos no asumir.

 

Los riesgos se asumen por alguna razón que para cada quien hace sentido. Entre más elevada la razón a mayores riesgos nos exponemos.

 

Yo juego tenis en un torneo, jugando contra compañeros 35 o 45 años menores que yo, que pesan entre 20 y 30 kilos menos que yo. Sé que puedo quedar infartado en la cancha, pero esa es una de las tres causas gloriosas de muerte que me gustaría tener (las otras son morir cantando como las cigarras, o tener muerte de varón -morir matando y matar muriendo-).

 

En el caso de los riesgos a los que AMLO convoca a nuestros niños, tenemos incluso la cobardía de imponer a sus padres una carta responsiva, que deslinda de responsabilidad a las autoridades y la traslada a los padres de familia. Más miserable no se puede ser.

 

Una forma de reiniciar las clases previniendo los riesgos de contagio y muerte, sería suspender por dos meses las dádivas electorales que AMLO entrega; con ese dinero comprar todas las vacunas necesarias para proteger a toda la población, y entonces sí normalizar la vida económica y social.

 

El riesgo que AMLO correría es que su popularidad quedaría como en 20%, comprometiendo seriamente el triunfo de Morena en las elecciones presidenciales del 24. Es claro que este tipo de riesgos, es de los que AMLO jamás estaría dispuesto a correr. ¡Mejor que mueran algunos niños! , es la decisión de la reencarnación de Herodes que hoy gobierna México.

 

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