Paradojas y distorsiones, los signos de nuestro tiempo.

Algunos de mis amables detractores, traen la lengua metida en el occipucio inferior, después de mi publicación de ayer que dio fe de los fabulosos resultados de AMLO y Morena. Ahora no saben qué decir, pues no entienden que un supuesto odiador de AMLO ofrezca al público la primicia de que su líder está, hoy, más fuerte que nunca.

Debo también decir, con inflamado orgullo, que mi mayor satisfacción profesional es que ellos, a pesar de entenderme como opositor al proyecto de AMLO, no descalifiquen mis resultados, e incluso los avalen. Eso no tengo con qué pagárselos.


En Morena hay gente que valora mi aportación informativa, a grado de que algunos son mis clientes. Son de los racionales de Morena, que para mí representan una de las esperanzas de México.


Lejos estoy, por lo comentado, de tratar de justificar mi tarea profesional. Pero sí de insistir en que, quienes profesionalmente llevamos en la política algunas décadas, difícilmente nos podemos comprometer con alguno de los bandos polarizados; algunos podrán tacharnos de mercenarios o cínicos, pero yo creo que somos realistas, en condición de privilegio para asomarnos a la realidad. Ni todos son buenos buenos, ni todos son malos malos. Los conocemos a todos en sus grandezas y en sus miserias.


Aclarado el punto que nadie me pidió aclarar procedo, en mi función de abonar en la comprensión del fenómeno político, destacando una de las paradojas y una de las distorsiones que explican un poco el mundo absurdo en que vivimos:


1. Paradoja. ¿Por qué si AMLO está más fuerte que nunca, anda tan espantando tratando de chingarse al INE?
Explicación: Porque su fuerza se ha concentrado mucho en los más viejitos, más pobres y con menos escolaridad, que son los sectores que menos acuden a las urnas.


Solución pendeja: La que pretende AMLO tratando de controlar los órganos electorales, vía elecciones para esos cargos.


Solución inteligente: Una reforma electoral que abata costos, garantice resultados electorales coincidentes con la voluntad de los ciudadanos, más democrática, y que haga casi imposible que, hoy por hoy, pierda Morena, utilizando encuestas vigiladas y organizadas por los actuales consejeros del INE para darles máxima credibilidad.


Nota: La solución pendeja requiere fomentar la pendejez del Pueblo bueno; la solución inteligente requiere elevar la cultura estadística del Pueblo bueno.

2. Distorsión. Desde hace tiempo hemos sido testigos de una severa distorsión en la opinión pública, en la moral pública, esto es, la Muchacha ha andado un poco descocada. Quienes eran coadyuvantes fundamentales de la moral, de las buenas costumbres, del temor a Dios que normara nuestra conducta, los sacerdotes de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, han tenido que apechugar que algunos muy pocos de ellos, pero al mismo tiempo demasiados, se pusieran muy románticos con los niños, y los escándalos de pederastia, que no terminan, socavaron mucho de su autoridad, y ahora, por el amor de Dios, nos encontramos con cosas como la madre guatemalteca que esta semana nos dice:


“Mi hijo se levantó temprano a asaltar los buses, como siempre, no le hacía daño a nadie, no le disparaba a nadie, sólo los asaltaba”, Le decían “El Tortolita” al chamaco, que murió cuando ejercía el muy noble oficio de asaltar gente.


Explicación: Se perdieron los valores en el seno familiar. Si los representantes de Dios se permiten abusar de menores y hasta son solapados por los santos papas, ¿Por qué unos amorosos padres no podrían solapar los delitos inocentes de sus hijos?


Solución pendeja: Compadecerse de la pobre madre, investigar los hechos, encontrar a los responsables de la muerte de “El tortolita” y dejar caer todo el peso de la ley sobre ellos, por no dejarse robar.

Solución gacha: Decirle, con todo respeto a la señora: lamentamos mucho la muerte de su hijo, pero debe usted entender que se dedicaba a una actividad delictiva de alto riesgo y que usted es corresponsable y en parte culpable de la tragedia, por no orientar a su hijo por el camino correcto. Robar es no solo un pecado, también es un delito, y es peligroso.

Finalmente, compañeros, tomemos de nuevo la declaración de la madre guatemalteca, con mínimas variaciones:

“Nuestros hijos, normalistas de Ayotzinapa, se levantaron temprano a secuestrar (robar) autobuses, como siempre, no le hacían daño a nadie, no le disparaban a nadie, sólo los secuestraban”.

Lo que sigue, ya lo saben.

Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.