El espionaje y los revolucionarios delicaditos.

 

Cuando regresé a Monterrey en 1984 doctorado en Estadística, con tesis en control estadístico de calidad, dirigida por Donald B. Owen, uno de los más grandes estadísticos del siglo XX, y justo en el boom de la calidad, en mi condición de one of its kind, inevitablemente generé la expectativa de que los empresarios me buscarían, que procurarían mi asesoría y mis servicios. ¡Y ni madres!

 

Durante largos tres años peregriné por las grandes empresas regiomontanas ofreciendo mis servicios, y me mandaban al rancho de AMLO. Veía los problemas que tenían y los pendejazos que contrataban, y no entendía.

 

Finalmente, una de las grandes empresas del Grupo Alfa, se metió en un problema serio, y nadie en el pueblo se los podía resolver; fue cuando se acordaron de mí. Así inició mi carrera como consultor industrial.

 

Lo anterior viene a cuento por un incidente que tuvo lugar a escasos días de mi incursión en las empresas regiomontanas, relacionado con el espionaje que ahora se da a conocer.

 

Había unas palapas en los patios de la fábrica, donde se reunían grupos de los diferentes departamentos de la empresa; era mi primera pachanga de ese tipo. Se acercó un tipo que no era de nuestro grupo, se dirigió directamente a mí y me dijo: “yo a ti te conozco y tú a mí no me conoces”, “ok”, le dije. Y continuó: “soy el jefe de investigaciones de la planta, tenemos información de ti” y me recitó no menos de seis agencias de investigación nacionales y gringas, para rematar con lo siguiente: “si yo me amarro no entras”. “Brindemos entonces porque no te amarraste”, fue todo lo que le pude contestar.

 

A ver compañeros. Todos los que andamos en la tandariola política sabemos que nos espían. Si hasta a mí, que soy un pobre borreguito que habita en la serranía, me tienen mi archivo hasta los gringos, que debe estar muy gacho porque no me quieren dar la visa de turista, imagínense a los que andan con pretensiones de alcanzar el poder.

 

Compañeros de la 4T. No nos hagamos pendejos ni andemos de llorones, son gajes del oficio. Por más que corran la realidad los va a alcanzar. Están a tiempo de corregir el desmadrito que traen, no se me distraigan.

 

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