¡Ya no puedo más!


Confieso que en esta ocasión escribo sin entusiasmo. Pero debo, en esta crónica, consignar la frase lapidaria que este día nos deja AMLO: ¡Ya no puedo más!


No me genera alegría atestiguar el derrumbe personal de quien pudo ser un glorioso presidente. Tampoco me conmueve su desgracia, porque sus errores ante riesgos advertidos por tantos, señalados por tantos; de haberse conjurado habrían evitado muchos sufrimientos a muchos mexicanos, en especial a quienes ven morir a sus seres queridos por el criminal desabasto de medicamentos, con el pretexto hipócrita de erradicar la corrupción.


Lo peor del caso es que la fiesta que ha terminado para AMLO, es sólo la continuación de la tragedia nacional, y entramos a una fase de definiciones, de desmarques, de traiciones; de riesgos mayores, al grado que para no pocos la mayor esperanza es que intervengan más los gringos en nuestros asuntos internos, y aceptan jubilosos y entusiasmados su nunca desinteresado intervencionismo; aceptar las muestras de cariño de los gringos, es como aceptarle un besito a un cocodrilo.


Hemos arribado a un torbellino político, y es muy difícil advertir en qué pararán las misas. Muy probablemente mis monitoreos se volverán locos por tantas alertas, ya lo veremos.


Urge que los Morenos entiendan que todavía pueden hacer algo para evitar daños aún mayores, y que en el momento actual son ellos, más que los opositores, la mayor esperanza de retomar el camino de la racionalidad.


Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.