La guerra de los cerebros.

Confieso, sin ambages, que pertenezco a una élite. La conformada por quienes hemos alcanzado el máximo grado académico, el doctorado. En mi caso en una universidad privada, carísima, en Estados Unidos, SMU, y bajo la tutela de uno de los más grandes y prolíficos estadísticos del siglo XX, el Profesor Donald B. Owen. En el libro “Statistics of Quality”, de 1997, un grupo de los más destacados estadísticos del mundo, honran la memoria del Profesor Owen (Mi nombre aparece cuatro veces, entre los 19 que tuvimos el privilegio de doctorarnos con él, y como coautor entre sus últimas publicaciones en el tema de Capacidad de Procesos).

La historia viene a cuento, porque hay claros indicios de que se vive una guerra por retener en los países a los cerebros cultivados; aportando, resolviendo los grandes retos que un mundo cada vez más complejo nos impone. De nuevo, siguiendo a Bertrand Russell, ahí van los hechos:

1. Un factor de la mayor relevancia que explica el desarrollo económico de China, de las últimas décadas, es que ellos revirtieron dramáticamente el fenómeno conocido como “fuga de cerebros”. Lo hicieron de un modo simple: visitaron a sus chinitos que habían realizado postgrados en USA, y se habían quedado a trabajar allá, les preguntaron cómo vivían, en un país que les permitió no sólo formarse, sino incorporarse a la vida laboral, desarrollando tecnologías de punta y ser administradores de los proyectos estratégicos asociados. Por supuesto que ganaban más que cualquier pinche presidente, tenían seguros de gastos médicos mayores, membresías en exclusivos clubs de golf, y todas las linduras que conforman el sutil encanto de la burguesía. Los chinos no anduvieron con mamadas cuatroteras, les garantizaron todas esas condiciones de vida, y repatriaron a muchos chinos, con sus cerebros cultivados, que son ahora el sustento del portentoso desarrollo tecnológico que convierte a China en una potencia que compite con USA.
2. En diciembre pasado, recibí un mail del National Center for Science and Engineering Statistics, del National Science Foundation, de USA. Era una encuesta cuya población de interés éramos las personas que nos doctoramos en el vecino país del norte; “machetazo a caballo de espadas”. Por lo común los estudios de opinión nos descartan a quienes somos profesionales en el tema, porque la experiencia nos permite deducir las intenciones de la investigación, y eso puede sesgar las respuestas. En este caso, para mí resultó claro que los gringos están buscando recuperar algo del tesoro que ellos ayudaron a formar, esto es, a recuperar los cerebros que ellos mismos pulieron. Llegué a esta conclusión por lo que comento en el siguiente punto.
3. Después de confirmar direcciones, teléfonos y correos electrónicos, la encuesta buscaba saber, entre otras cosas, las siguientes: si estábamos trabajando en el área de especialidad en que nos formamos; a cuánto ascendían nuestros ingresos; qué tan satisfechos nos sentíamos tanto en lo remunerativo como en el reconocimiento social; con precisión qué hacíamos; en qué condiciones físicas nos encontrábamos, si podíamos caminar sin usar bastón o andadores, si podíamos leer, y en general qué tan jodidos estábamos física y mentalmente.
4. Adicionalmente indagaban sobre si trabajábamos en USA o en otros países, y por nuestra condición migratoria, esto es, si teníamos algún tipo de visa.

 

Para mí es claro que los gringos están siendo deficitarios en los temas que tienen que ver con el desarrollo científico tecnológico, y están haciendo esfuerzos por recuperar los recursos humanos que ellos desarrollaron, bajo la idea de que mientras tengan algo de vida útil se deben aprovechar, como en otros campos lo hacen, en particular con los pilotos aéreos de portaviones, porque su capacitación es tan costosa, que no se permiten jubilar a alguno si todavía está en condiciones de ejercer con solvencia su profesión.

Es claro también que en México encontrarán un terreno fértil, porque los científicos viven el acoso estúpido de un gobierno, el de AMLO, donde, como dice Jean Meyer, “se practica la mediocridad militante: hay que hacer todo mal para demostrar un auténtico compromiso”.

Seguramente muchos talentos mexicanos serán recibidos con los brazos abiertos en USA y en otros países, ante la hostilidad de AMLO, que ha llegado al extremo de afirmar que fuimos a aprender a robar.

Por lo que a mi toca, seguiré en mi querido México hasta el final de mis días. Los gringos me tienen clasificado como un comunista indeseable y por eso no me dan ni la visa de turista, aunque soy solo un pobre borreguito que habita en la serranía. Pero es claro el riesgo de que quedemos en pelotines en este recurso humano invaluable, que lleva años y muchos recursos económicos generar.

Queda advertida la guerra de los cerebros; una guerra en la que de antemano hemos capitulado, sin condición alguna. A lo pendejo, pa’ no variarle.

Libertad, igualdad, fraternidad y racionalidad.