Novia de AMLO

 

Vaya desmadre que se desató en Twitter con el trending topic “Novia de AMLO”.  Los protagonistas son, por orden de aparición: AMLO, Geraldine Ponce, Beatriz Gutiérrez Müller y Chumel Torres.

 

A mí me vale madre la vida íntima de cada uno. No juzgo ni las conductas ni la moralidad de las personas y no me gusta suponer cosas. Pero este zipizape cobra relevancia para mí, porque tiene un gran potencial de desgaste emocional para AMLO y su entorno familiar, y eso tiene un potencial efecto también, en su estado de ánimo. Podría cometer más locuras al decidir sobre temas de gobierno, con los consecuentes efectos en la lucha por el poder.

 

Es relevante que Chumel Torres esté en el epicentro de esto, y no un actor propiamente político. Ya en ocasión anterior, por influencia de Beatriz Gutiérrez Müller, Chumel perdió su programa en HBO, y tuvo que apechugar los costos.

 

Ahora parece reaccionar ante un nuevo embate contra él, porque Rappi lo contrató para promocionar sus servicios. Sus detractores lo agredieron, usaron a figuras del medio artístico para amenazar a Rappi con dar de baja sus servicios, por contratar a una persona racista, clasista, misógino, y toda la sarta de mamadas de los pendejos que ahora abrazan e impulsan las intolerantes campañas de lo políticamente correcto.

 

Es el mundo jodido que un sector de las nuevas generaciones ha construido, que curiosamente dirige sus ataques solo a las personas exitosas, lo cual las hace sospechosas de tener impulsos envidiosos más que de justicia, dándole en la madre a la tolerancia, la mayor virtud para sobrellevar y disfrutar la convivencia social.

 

Tengo estimado en más de 60% de mexicanos que evitan expresar sus puntos de vista, por temor a recibir la reprobación de esos guardianes espontáneos, gratuitos y pendejos de lo políticamente correcto. Es la mayor opresión, la mayor censura que atenta contra la libertad de expresión que registre la historia.

 

Yo crecí en un mundo en el que a los gordos nos decían gordos, a los flacos, flacos; a los prietos, prietos; a los güeros, güeros; a los negros, negros y a los putos, putos. Y a veces hasta era con cariño, como cuando le decíamos a un amigo: pinche gordo, pinche negro, etc. Si alguien se molestaba con un apodo siempre tenía la opción de mentarnos la madre, o de cantarle un tiro al supuesto agresor, y por lo común las cosas no pasaban a mayores.

 

Por lo anterior, me parece absurdo que agredan a Chumel, un caso claro de éxito con base en el talento y esfuerzo personal; más que agredirlo, deberíamos estar orgullosos de él y promoverlo como un ejemplo a seguir.

 

Finalmente, lo que tenemos ahora es un claro enfrentamiento, que, por supuesto dejará víctimas entre los enfrentados, lo cual se entiende, pero se llevan en la trifulca a Geraldine Ponce, que es la que menos vela tiene en el entierro, a pesar de su silente rol protagónico.

 

Veremos qué sigue. Difícilmente se habrán de calmar las cosas. Nos acercamos, inevitablemente, al callejón de los chingadazos.

 

¡Ni modo!