Es más fácil derrotar a Morena, que civilizar a nuestra intelectualidad política.

 

Civilizar es elevar el nivel cultural, de acuerdo a la RAE. La cultura tiene tres grandes etapas que se traslapan, la primera fundamentada en la religión, la segunda en las artes y la tercera en la ciencia y la tecnología.

 

El hombre que por lo común es reputado (ay piiirraaas) como culto, lo es en atención a la segunda cultura, y no es infrecuente que, ante sus deficiencias en aspectos de la tercera cultura, como aquellos que tienen que ver con las matemáticas, no solo no se avergüencen, sino que lo tengan como un timbre de orgullo.

 

Pretender hacer del defecto una virtud es un gran problema, pero también un derecho humano fundamental: el derecho de hacernos pendejos solos.

 

Que alguien se haga pendejo sintiéndose muy chingón no le afecta a nadie, salvo al interesado; que otros le compren la idea de que es muy chingón y confíen en ellos su honra, libertad o hacienda, ya empieza a generar costos sociales, y si, como en el caso de la intelectualidad política, son los faros de luz que guían a multitudes de manera equivocada, entonces sí tenemos un problema monumental, porque nos arrastran a todos (el error del 18).

 

Pues bien, en nuestra democracia moderna, un ciudadano competente debe contar, entre sus haberes intelectuales, con algunos elementos básicos de cultura estadística, que le permitan identificar a una encuesta confiable. Debe al menos tener claros los conceptos de muestra aleatoria, marco muestral, margen de error, nivel de significancia y empate técnico.

 

Nuestros gobiernos actuales y anteriores, partidos políticos e incluso autoridades electorales, por ignorancia o por mala fe, nunca han invertido en elevar la cultura estadística (civilizar) a nuestro pueblo, muy probablemente bajo la idea de que es más fácil manipular a un pueblo pendejo (al extremo de la burla, llamándolo sabio), que a un pueblo informado y formado.

 

Lo anterior ha permitido la aceptación mayoritaria de absurdos como consultas ciudadanas amañadas para cancelar el NAIM, las a mano alzada, y el extremo de consultar a la Madre Tierra, con chivo y gallina prieta incluidos.

 

Mención aparte tienen las encuestas que usa AMLO, para presentar como voluntad de la militancia de Morena las designaciones que él y solo él hace de candidaturas.

 

Pues bien, ahora, la idea de usar encuestas para definir candidatos la están proponiendo también los del recientemente formado Frente Cívico Nacional, y la pregunta es: ¿No han sido suficientes todos los descalabros de las pinches encuestas, en todo el mundo, como para seguir pensando en ellas?

 

La alternativa de solución no son las encuestas, sino mis Monitoreos Estadísticos, que representan salir del contexto simple de muestreo, que solo funciona para poblaciones inmutables, para entrar al mundo del control estadístico, diseñado para poblaciones mutantes, justo como lo es ahora la opinión pública, y de manera dramática a partir de la conjunción de la telefonía celular e internet.

 

A AMLO le espera la resistencia entre sus correligionarios, pues Ricardo Monreal, que dice no creer en las encuestas de Morena, es sólo la magnificación de múltiples voces de candidatos desechados, y a los del Frente Cívico Nacional, les esperan las sorpresas naturales de quienes usan encuestas, aún bien realizadas, por sus deficiencias estructurales actuales, al ser aplicadas sin que se cumpla su condición de aplicabilidad fundamental (que la opinión pública sea inmutable).

 

Nos espera, compañeros, el desfile de pendejadas derivadas de basar decisiones en fantasías. Pero no todo es malo: disfrutaremos, una vez más, del exquisito humorismo involuntario, que nos regalarán personas famosas e inteligentes, al decidir y hacer pendejadas, una especie de oxímoron intelectual.