El síndrome del candidato: «Siento que me aplauden”.
Vaya desmadrito que traemos con las encuestas. Las que alguna vez fueron una guía confiable para conocer la condición de fuerza de los candidatos e incluso elemento de juicio confiable para aceptar derrotas electorales, hoy son un sainete que nos informan de múltiples punteros, pero no por ir en empate técnico, sino porque cada encuesta da por favorito a un candidato distinto.
¿A cuál encuesta creerle? ¿Hay alguna encuesta creíble? ¿Podrían todas estar equivocadas? A decir verdad, hoy en día, aún sí las encuestas fueran realizadas con estricto rigor metodológico, dada la volatilidad actual de la opinión pública, todas las encuestas pierden su confiabilidad a los dos o tres días.
Más grave se hace la situación cuando vivimos la peor época de las encuestas en cuanto a su calidad. Los métodos modernos de AMLO de consultas a mano alzada o a la Madre Tierra (con chivos y gallina prieta, para alcanzar el 95% de confianza), mataron por inanición a las encuestas que invertían en aleatorización, trabajo de campo, captura, análisis. No eran un dechado de pulcritud metodológica, estaban jodidonas, pero ante la falta de recursos se abrió la puerta a encuestas automatizadas que resultan baratísimas y jodidísimas.
Con esas encuestas se entretienen los candidatos. Ahora siempre tendrán a disposición una encuesta que se ajusta a su percepción de triunfo, porque es el entorno social inmediato lo que forja las percepciones, y esos entornos son, para los candidatos (sus colaboradores y simpatizantes), invariablemente indicadores de triunfo.
Un muestra clara de lo anterior, es una afirmación que hace Alejandro Reyna Aguilar, el candidato independiente a la alcaldía de Santiago NL: “La mejor encuesta es lo que te dicen a tu alrededor”.
Esto es, todos los candidatos creen que van a ganar; por eso defienden la cientificidad y credibilidad de las encuestas que los favorecen, y ven con suspicacia a las que no los favorecen. Merced, en buena parte, a la desgracia de encuestas que ahora tenemos, estamos en la antesala de conflictos post electorales sin precedentes.
Claro que podemos visualizar la situación como preocupante o como divertida. Muchos candidatos deambulan entre los electores sintiendo que les aplauden. En mejor condición estaríamos si, al menos alguien de entre sus círculos cercanos, tuviera corazón para aclararles que, lo único que les aplauden, son las nalgas.
¡Hasta la próxima!
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