El poder se desgasta cuando se usa.
AMLO nos ha permitido observar que los límites del poder presidencial eran mucho más amplios de lo que creíamos. Como aquel cacique de la película Paloma Herida, que al instalarse en un pueblo convocó a sus habitantes para indicarles los límites de sus propiedades: montado en un risco, indicó el horizonte al norte; desde allá, hasta allá, indicando ahora al sur. Lo mismo hizo con el oriente y el poniente.
Si dispone que a una iniciativa no se le quite ni una coma, justo así es aprobada; si cuestiona a la Auditoría Superior de la Federación, el pobre infeliz que la encabeza tiene que reconocer que se equivocó. Muy probablemente ahora nos informe que no solo no se perdió dinero alguno, sino que las arcas nacionales se beneficiaron con la cancelación del NAIM. Si se empeña en no descarrilar la candidatura de Félix Salgado Macedonio, éste será gobernador, ¡faltaba más!
Si un gobernador le advierte que en Tamaulipas hay que tener cuidado al ejercer la grilla, porque mis paisanos se matan para que les compongan un corrido; este gobernador y toda su prole sufrirán anatema por la furia presidencial, muy parecida a la ira de Dios
Pues bien, AMLO está usando su poder. Desde mi humilde posición, de borreguito que habita en la serranía, me imagino que debe ser un placer casi orgásmico. Quizá el poder de AMLO, como el de Dios, sea infinito. En cuyo caso podrá usarlo tanto como quiera sin que sufra merma alguna; pero yo creo que, como el prestigio, la buena fama, la reputación, la virtud, el amor y otras cosas, si se usan para hacer chingaderas se desgasta y hasta se puede perder definitivamente.
Veremos qué pasa, pero la imagen de una mujer sangrando, el uso electoral descarado de los siervos de la nación involucrados en el programa de vacunación, y otros fierros que AMLO trae en la lumbre, podrían desgastarlo.
Yo no adelantó vísperas. Tengo la fortuna de poder asomarme cada semana al corazoncito de La Muchacha. Ya veremos si lo sigue queriendo enloquecidamente, si lo quiere menos, o si su amor se está trocando en miedo; después de todo, como aconseja Don Nicolás Maquiavelo, si el príncipe no puede ser amado, debe ser temido. (Podríamos tener como presidente al chico temido).
¡Hasta la próxima!
saba@sabaconsultores.com