¡Que me han mentado la madre!
Dedicado a mi hermosa tía Elsa.
Para mucha gente es incomprensible que existamos personas que no estamos ubicados en el eje anti pro AMLO de manera preponderante.
Yo me ubico más en el eje racionalidad-irracionalidad, y por ello, cuando señalo las pendejadas que se hacen en la 4T, algunas de las cuales hasta encuentro divertidas, muchos me juzgan de anti- AMLO, o de odiador de AMLO, reaccionario, de derecha, pro yankee, etc. Siempre lamento que esa idea de mí no la compartan los gringos, pues de ser así quizá me darían la visa de turista para poder visitar a mis nietos, y regresar al Yankees Stadium y al Metropolitan Opera House en Nueva York (¿Quién te quiere mi Biden?, ¡ojalá contigo ya se pueda!).
Pues bien, un compañero afín a AMLO y la 4T, que se había mostrado civilizado en sus críticas frecuentes a mis comentarios, tuvo conmigo este intercambio de opiniones que desembocó en una mentada de madre, derivado de mi decisión de no vacunarme con los servidores de la nación: el compañero de marras se llama Ariel Rodríguez. Ahí les va:
Ariel Rodríguez, ¡gracias! Ya mero las consigo en el mercado negro.
Salvador Borrego, Si es así y no lo denuncia que pena por usted, porque por gente así es que estamos jodidos.
Ariel Rodríguez, siempre he vivido al margen de la ley. Nunca acudo al sistema judicial para resolver un problema. Si no lo arreglo extra judicialmente, solo pago las consecuencias. En este caso, no perderé el tiempo tratando de que retiren a tus amigos siervos; que se queden, que se apliquen la vacuna por la vía que gusten. Yo busco otra alternativa. Así de simple. Solo pierdo mi tiempo para responderte a ti! Ja ja, deberías entenderlo como un privilegio! A ti ya te vacunaron los siervos, verdad?
Salvador Borrego, ¡NO SE POLARICE! No se trata de amistades y bueno, si usted vive fuera de la ley entonces es un delincuente, honestamente tampoco voy a perder el tiempo hablando con un hipócrita que por un lado dice que quiere a su país y que busca no polarizar y al mismo tiempo piensa que todo el que no esté de acuerdo o no le aplauda una estupidez como buscar vacunas en el mercado negro está en contra suya y es amigo de los que a usted le caen mal. Señor Borrego, con todo respeto es usted un pendejo y no vuelvo a hacer ningún comentario a sus hipócritas escritos. Gente como usted, se deben de ir a mierda por corruptos. Ustedes son el verdadero enemigo de este país. ¡CHINGUE A SU MADRE CORRUPTO!
¡Así las cosas compañeros! Me han mandado a chingar a mi pobre madre. Y esto me recuerda a mi muy querida y siempre bella tía Elsa Borrego, la primera de dos hijas después de una larga fila de hijos varones que mi abuelo, Don José Borrego, procreó con mi abuela Adela Garza; era un tipo de gran personalidad, con el don de la elocuencia y un timbre de voz espectacular; y lo más parecido que se puedan imaginar a Don Cruz Treviño Martínez de la Garza. A veces pienso que Don Fernando Soler solo imitó a mi abuelo para su magistral actuación.
Cuando mi tía Elsa nació, les comentaba, allá en la, en aquellos tiempos, Ciudad cosmopolita de Comales, Tamaulipas, mi abuelo regaló toda la producción de pan de ese día de su panadería La Flor. Hoy el pan es gratis, le decían a sus clientes, porque estamos de fiesta: ¡ha nacido una niña!, ¡finalmente una borreguita! Así de mimada fue mi tía Elsa.
Lamento haber tenido que explicar tanto, para llegar a un episodio en la vida de mi tía. Un día fue expulsada de la escuela cuando cursaba el quinto año. La razón era muy entendible: le mentó la madre a su profesor, que indignado fue a visitar a mi abuelo a presentarle la queja: “su hija me mando a chingar mi madre! Mi abuelo se limitó a decir, ante la molestia del docente: ¡ pues si no quiere ir, no vaya!
Así es compañeros. Mi respuesta al amigo Ariel Rodríguez, ante su imperativa solicitud, es: ¡No iré! Más aún, entiendo su molestia, su frustración ante los resultados de un presidente en quien depositaron su confianza y hasta su fe, al crearles la ilusión de que tendríamos un México más justo y generoso, y ahora ven no solo los resultados devastadores, sino también una actitud indolente, insensible ante sufrimientos extremos, en particular de las mujeres que sufren violaciones y muerte, o la muerte en vida que representa sufrir la desaparición de sus hijos. Se lo acaban de gritar en La Paz, BC, ¡no sea indolente, señor Presidente!
Entiendo la frustración de algunos seguidores de AMLO, y que en su crisis emocional desvíen su atención, y en lugar de dirigir sus reclamos a quien corresponde, me mienten la madre a mí. El tema da para más.
¡Hasta la próxima!
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